Quizás mis doce años anteriores con personas no deportistas, aunque casi todos en mayor o menor medida lo somos, me ha ayudado a tener una visión más integradora del entrenamiento...
Si bien, ni lo soy ni me considero un readaptador, simplemente un entrenador de fuerza y acondicionamiento físico que trabaja intentando colaborar con los fisioterapeutas con los que colaboro, donde mi misión principal es diseñar y supervisar las distintas fases del trabajo de fuerza que el jugador va a realizar en el gimnasio para recuperar, por ejemplo, la fuerza y funcionalidad en el cuádriceps después de haber sufrido una lesión de rodilla; o hacer lo propio con los aductores y su relación con la musculatura abdominal en casos de pubalgias; o en casos de sobrecargas musculares, donde el trabajo de fuerza, si se saben gestionar sus manifestaciones, el tipo de ejercicio y dosis de carga (volumen, intensidad, densidad, frecuencia...), así como la pertinente aplicación de técnicas de estiramiento, entrenamiento cruzado, trabajo aeróbico, etc., resultan mucho más eficientes que el reposo que se solía recomendar en estos casos.
También, si hay que corregir o mejorar patrones básicos de movimiento, o un grupo muscular específico, el hacerlo en un entorno seguro y controlado, nos permitirá mejorar el control motor para poder implementarlo en entornos complejos y cambiantes como lo son los deportes colectivos que demandan tanta coordinación y coactivación a grandes velocidades. O si, por el contrario, un jugador necesita bajar de peso graso al tiempo que mantiene o mejora su masa muscular, y también, por supuesto, aplicar más fuerza en menos tiempo con una calidad de movimiento ineludiblemente excelente, pues en el gimnasio tenemos herramientas para ello.
Sin salud no puede haber rendimiento!
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