viernes, 23 de septiembre de 2016

Las cosas no suelen ser lo que parecen...

Cada persona, cada individuo, es mucho más que un conjunto de células, que una apariencia, que un patrimonio. Cada uno de nosotros, en su fuero interno, seguro está librando una batalla que resulta imperativo y necesario respetar.

Cada persona es un alma; un conjunto de emociones; todos tenemos un pasado, unos valores y una educación únicos e intransferibles. Nos servimos de una conexión mente y cuerpo ávido de nutrirse de nuevas experiencias que bañen nuestra historia pero, que sin duda, las decisiones tomadas, estarán influenciadas por nuestras experiencias pasadas. Decía Ortega y Gasset que "yo soy yo y mis circunstancias"...

En consonancia, recuerdo un fragmento de texto extraído de un libro (El círculo de la motivación) que tuve la oportunidad de leer hace unos años del cardiólogo Valentín Fuster y que pude guardar en mis anotaciones:

"(...), todos somos iguales. El empresario de Manhattan y la trabajadora social del Bronx viven en universos muy dispares, pero a la hora de la verdad, con el corazón literalmente abierto sobre la camilla de un quirófano, llevan la misma bata, han sentido los mismos miedos y, tal vez, han afrontado los mismos problemas familiares."

Esto último viene a sintetizar la importancia del respeto por cada persona con la que nos cruzamos y a tratarlos con la humildad y seriedad que se merecen. En mi caso, como Entrenador Personal no se me ocurre nada que se presente con más importancia.

Hay una frase del pródigo psiquiatra Carl Jung que resume lo que intento decir:
"Conozca todas las teorías; domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana sea apenas otra alma humana."

No pain more gain

"Los Entrenadores, como profesionales del Ejercicio Físico y la Salud, tenemos, no sólo el deber, sino la obligación de no fomentar el error en los entrenamientos de cualquier persona, tanto usuarios y clientes de los gimnasios, como, por supuesto, en los entrenamientos personales.

Esto se consigue, por un lado siendo consecuentes con nuestras acciones y realizar nuestros propios entrenamientos con el máximo de calidad, atendiendo tanto a la ejecución técnica y variables de intensidad, como a la presencia, educación y respeto por los propios empleados del centro (gerentes, instructores, entrenadores...), los clientes y usuarios, así como el cuidado de las instalaciones y herramientas disponibles.
Por otro lado, hablando y empatizando con los mismos clientes, dando las instrucciones pertinentes cuando sea necesario y ayudando en caso de necesitarlo. En este último caso, por ejemplo, cuando un cliente está realizando un ejercicio por encima de sus posibilidades y solicita ayuda o incluso en caso de no solicitarla, nuestra ayuda irá encaminada a darle los consejos apropiados y hacerle ver que la ayuda no es ni buena ni necesaria y lo que debiera de hacer es poner un peso más apropiado. Otro ejemplo en la ejecución de ciertos ejercicios, hay que dar las instrucciones adecuadas y bajo ningún concepto enfatizar y motivar el error. Por supuesto siempre habrá matices y personas bien preparadas y experimentadas que se podrían beneficiar de tal asistencia o de quizás realizar ciertos movimientos con algo menos de calidad técnica. Pero son casos excepcionales y aislados.

Por lo general el profesional que habla mucho y presume de conocimientos, suele carecer de tales dotes, y si bien pudiese tener los mencionados, aún tendría mayor responsabilidad cuando de dirigirse a los demás se trata.

Busca y escucha a entrenadores no sólo cualificados profesionalmente, sino también competentes personalmente; que te enseñen, que aprendas y te traten con el respeto que mereces. No te dejes engañar por la palabrería, la sugestión. Te estarán y te estarás haciendo un flaco favor. Y no te creas eso de que —es que la alta competición y el rendimiento es lo que tiene, hay que sufrir, incluso lesionarse—, como he podido escuchar en alguna que otra ocasión. Es una burrada y carece de sentido común.

No todo vale...

lunes, 12 de septiembre de 2016

“La incredibilidad no es un argumento válido contra la verdad”.

Varias son las entrevistas realizadas en este primer trimestre del año, algunas de las cuales se han podido materializar en entrenamientos personales, otras en planificaciones con programas de entrenamiento, concretando sesiones supervisadas, y otras, simplemente, procuraban un asesoramiento formal.

Como en alguna ocasión ya he hecho, seguiré compartiendo un resumen de algunos de los casos que se presentan –considero que la inversión de tiempo en escribir y compartir este tipo de sinopsis merecen la pena, cuando hay cientos de personas con unos condicionantes similares a los expuestos y que puedan sentirse identificadas–.

Diversos son los temas tratados, algunos versan sobre objetivos tales como bajar de peso y grasa corporal, ganar masa muscular, reeducación postural…; otros refieren dolor de espalda, así como trastornos músculo-esqueléticos dispares: supeditados, todos ellos, a factores de diversa índole (trabajo, deporte, actividades domésticas…); especial consideración a trastornos y lesiones músculo esqueléticas de carácter deportivo, fundamentalmente de naturaleza indirecta, es decir, esguinces, rotura de fibras, ligamento cruzado, meniscos, manguito rotadores… y alguna post-traumática.

Todas presentan, en mayor o menor medida, dos coeficientes comunes que abarcan todas las franjas de edad y condición física:

- Por un lado, la falta de un adecuado trabajo muscular o el que se realiza, especialmente el referido a la complementariedad de las actividades deportivas, se presenta incorrecto, favoreciendo, en la mayoría de los casos, la descompensación inherente a dichas ocupaciones lúdico-deportivas; que decir cabe, que en no pocas situaciones, la planificación, periodización y/o programación de los entrenamientos, obedecen a criterios que en poco o nada se corresponden con lo fisiológicamente evidenciado y, por ende, pendientes de una revisión, análisis y reflexión por parte de los entrenadores y responsables, cuyo objetivo sea la selección más eficiente de los métodos usados, en pro de una mejora coherente, progresiva y significativa de los receptores de dichas estrategias.
 
-Y de otro –presentándose una relación directa al respecto–, una falta de los nutrimentos adecuados (prótidos, lípidos, glúcidos, agua…), correspondiéndose a una incorrecta elección de los alimentos ingeridos para abastecerse de dichas moléculas, lo que redundará, inexorablemente, en detrimento de la salud y, por extensión, del rendimiento deportivo, laboral y personal.

Todos conocemos casos de personas/deportistas que poseen unas condiciones innatas –suelen tener una genética predispuesta– que pese a todas las incongruencias asumibles, marcarán buenos tiempos, levantarán grandes pesos, saltarán muy alto y muy lejos, ganarán medallas, desarrollarán un físico hercúleo, e incluso se verán como el alter ego de Adonis o Afrodita, y, posiblemente, serán campeones de aquello que se propongan; pero el resto de los mortales debemos hilar muy fino, o cuanto menos, ceñirse a estrategias validadas, elaboradas por profesionales, o, simplemente, escuchar y dejarse asesorar convenientemente. Para todo lo demás: cualquier cosa vale?

Seguimos trabajando…