martes, 19 de junio de 2018

Sé tú!

Cada uno ve la realidad bajo su prisma. Influyen la educación recibida, el entorno, las vivencias o experiencia de vida, los principios o valores que cada uno tenga como prioritarios, etc. Y hay algo que llama poderosamente la atención: cuando a alguien no le cuadra el comportamiento o no comportamiento de otra persona, enseguida somos dados a juzgar, a criticar, y a intentar cambiar al otro. Todos nos jactamos de pregonar que hay que respetar a todo el mundo, que hay que aceptar a la gente tal y como es, que la libertad de expresión y de pensamiento, que esto y lo otro, pero a la mínima variación de lo normal —o normalizado— nos comportamos de manera intransigente con nuestros congéneres. En nuestro fuero interno, de manera subconsciente, brota la intolerancia hacia personas de personalidad y carácter distintos a lo habitual.
Pero esto no es algo nuevo, el ser humano tiende a la vida en rebaño, cosa que no es mala, no estoy diciendo eso, aunque habría que matizar su idoneidad en según que casos; nos gusta la conquista, el salirnos con la nuestra, pero no nos gustan nada los ambientes inseguros, no nos atrae la incertidumbre; queremos tenerlo todo controlado, y que las cosas salgan como están previstas, ciñéndonos a unos protocolos establecidos, casi siempre no escritos.
Cuando alguien se sale del guión saltan las alarmas, pero no nos damos cuenta que la vida no es una película, no es perfecta, no somos perfectos. Cada uno tiene sus defectos —aunque no me gusta llamarlo así—, cada uno sus virtudes —tampoco me gusta esta categorización—; cada uno es, me parece lo correcto. Y en ese ser, ya se es; siendo el producto constante del pasar de la vida.

Hagamos más autocrítica y menos juicios a terceros. No nos creamos portadores de la verdad; no nos erijamos como ejemplo de algo, ni de nada; no tratemos de cambiar a los demás, cambiémonos a nosotros mismos. Dejemos de lado los prejuicios, las miradas de extrañeza, los pensamientos nocivos..., no ejerzamos este tipo de tiranía. Citando al gran pensador Jiddu Krishnamurti, “empezar a comprender lo que uno es, es más fascinante, más interesante y va más allá que cualquier estúpida comparación".

Lo que dice quien les escribe tiene poca importancia en sí mismo, no obstante solo pretendo permitirme todas las formas del ser en cada circunstancia que se presente. Al igual que no me gusta etiquetar a los demás, tampoco me gusta que me caractericen de una determinada manera.
Sé tú! No imites, muéstrate auténtico y verdadero. No repitamos patrones erróneos, tratemos de ser mejores, de aprender del pasado, de estar en el presente. Somos seres sociales, de acuerdo, pero necesitamos nuestra idiosincrasia. Riega la confraternidad, pero sin caer en la hipocresía, en la falsedad de pretender caer bien a todo el mundo, en esa especie de clámide de cara a la galería.
Pide perdón cuando te equivoques, sintiéndolo de verdad y tratando de no volver a repetir el mismo desacierto, pero tampoco andes mendigando súplicas, o estas perderán su valor. Y algo muy importante —la clave de todo—, para seguir mejorando deberás —deberemos— cultivar nuestro refinamiento interno.

Vive y deja vivir!

«Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo»

A veces me llaman o viene gente al gimnasio preguntándome por el entrenamiento personal; me cuentan sus inquietudes y objetivos. Yo profundizo un poco más y les pregunto por analíticas, lesiones, alteraciones o patologías de algún tipo. Indago en su estilo de vida, hábitos, gustos y preferencias, experiencia previa con el ejercicio físico, etc. Algunas me hablan de sus problemas de salud y enfermedades, de alteraciones anatómicas y funcionales, de contracturas, ligamentos, tendinitis, dolores de espalda, suelo pélvico; de alteraciones metabólicas y hormonales: hipotiroidismo, diabetes, ovario poliquístico, hipertensión, etc. Otras “simplemente” quieren bajar de peso, o aumentar volumen muscular, mejorar su composición corporal, verse bien, en definitiva.

Muchas ya saben a lo que vienen, o porque tienen referencias positivas sobre mi persona, o porque me ven trabajar en el gimnasio, o porque se han informado viendo mi currículum, o me siguen por las redes sociales, en el blog, y demás, o porque vienen directamente derivadas o recomendadas por algún profesional médico, algún fisio, algún nutricionista, etc.

En algunos casos, aunque por suerte son pocas las veces que sucede, no salgo de mi asombro en la sorpresa que manifiestan en expresiones tales como ¡Eso que dices nunca lo había escuchado!, ¡Pues a mi el médico jamás me dijo nada de eso!, etc. Haciendo que esas exclamaciones se tornen de desconfianza hacia mí y a lo que estoy diciendo, pues choca de facto con sus creencias o lo que han leído o escuchado sobre un tema determinado. Por eso, en esos casos, posteriormente a la consulta o entrevista inicial, les suelo enviar algún artículo científico, para tratar de esclarecer algunas de las cuestiones que no se pueden dirimir en una hora que dura ese primer contacto, y que saquen sus propias conclusiones. Incluso les manifiesto mi predisposición a hablar con su médico, fisio, etc.

Y me da la sensación, en pocos casos, pero suficientes para hacer reflexionar sobre ello, que parece preferirse la mentira, pensando que es verdad, o al menos, reconfortante, o lo que se quiere oír, a lo que realmente es, las verdades incómodas.
Parece haber gente a la que le asusta la palabra ciencia, incluso produciéndole rechazo, curiosamente, y eso me preocupa.

No digo ninguna verdad al asegurar que puedo demostrar con ciencia y experiencia casi todo lo que digo. Y lo digo, porque para casi todo hay evidencia, pero el nivel de la misma, la rigurosidad, la aplicación práctica, eso es con guitarra, y eso requiere pasión por el estudio, por el conocimiento, aunque a veces cueste profundizar en temas bioquímicos, de fisiología, etc., y haya que dejar otras aficiones de lado, volcándose en forjarse y formarse un criterio más riguroso y nutritivo. Algo que no solo dan los títulos, las carreras, los grados, los cursos, etc.

No hay mucho que añadir a los hechos, siempre y cuando tengan el mínimo sesgo posible, siempre y cuando no estén tergiversados o fuera de contexto.

No tratemos de imponer nuestro criterio ad hominem; como profesionales, o no, solo podemos informar a los demás de que hay mejores maneras de hacer las cosas, sin imponer nada; datos y experiencia práctica hay que lo demuestra.
Cómo era el eslogan? «Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo».
Pues eso, uno solo puede seguir haciendo su trabajo lo mejor que sepa. Aportando en su limitada parcela de trabajo, que no es poco.

Seguimos trabajando...