lunes, 22 de mayo de 2017

Te duele la espalda? Puede que te interese leerlo…

Casos de Entrenamiento Personal (dolor de espalda: hernia lumbar):

El siguiente caso, con el que vengo trabajando en los últimos meses, podría considerarse un caso más de una persona con problemas de espalda, puesto que la fisiopatología presentada cursaba como “de libro”, con la “normalidad” que pudiera desarrollar cualquier persona con dolor de espalda. Pero sería injusto reafirmarme en esto, puesto que ninguno de los casos que voy tratando como entrenador personal, se pueden considerar como uno más. Cada persona es única, cada lesión tiene sus peculariedades, pues cohabitan numerosas variables interdependientes e inherentes al propio individuo.

Lo primero que hicimos en la entrevista inicial, al igual que en todas las entrevistas que llevo hasta ahora, fue hablar; hablar mucho, y yo, especialmente, escuchar —considero que el profesional es el que tiene que escuchar, digamos que, basándonos en la famosa ley de Pareto o regla del 80/20, pues eso, 80% escuchar, 20% hablar—. Cómo si no vamos a poder filtrar o adaptar lo que luego le digamos a la persona, y a tomar decisiones posteriores sino ejercemos una escucha activa y una observación del lenguaje no verbal? Cómo si no vamos a empatizar con la persona, con el ser que tenemos delante?

Y esto no es baladí. Se sabe, y es bien lógico que así sea, que lo que escuchamos, vemos y pensamos sobre una dolencia que nos esté afectando, tendrá una repercusión, positiva o negativa, en la misma. Dice el gran neurólogo Arturo Goicoetxea que “el dolor es un relato cerebral, una historia, una hipótesis, un temor… basado en hechos reales y/o en imaginaciones”. Y esa percepción del dolor dependerá, en gran medida de la información que nos llegue de nuestro entorno (profesionales sanitarios, familia, amigos, internet, televisión, prensa, radio, etc.).

Nosotros, como profesionales del ejercicio físico y la salud, tenemos una parcela de responsabilidad para con las personas que confían en nuestro saber hacer, pero también para las que no, es decir, me siento obligado a dar una información lo más veraz posible a quien la precise, sin más pretensiones que la de ayudar sin tener que recibir nada a cambio, pues quien sepa algo y no lo comparta, no es merecedor de saberlo —si es que puedo decir que sé algo, claro, puesto que cuanto más aprendo de un tema, más me percato de la inmensidad de mi ignorancia—. Además, cada sesión de entrenamiento, es una oportunidad para empatizar con la persona que tenemos delante, para co-reeducar su conocimiento y actitud ante una lesión, ante una dolencia o enfermedad, cambiando sus convicciones y conductas, dotándolas de consciencia y racionalidad. Un Entrenador Personal deberá ser un buen educador, un pedagogo —algo tan de moda como el significado que se le ha dado al anglicismo “coach”—. No obstante, es menester decir, que la responsabilidad última de la recuperación, o no, es de la persona. Es su responsabilidad informarse adecuadamente sobre su dolencia. Es su responsabilidad preguntar, a profesionales competentes, pero, quizás, también a no tan competentes —aunque lo parezcan—, y así comparar, comprobando quien te intenta vender la moto —y te hará perder tu tiempo, tu dinero y tu salud, en el peor de los casos—, a quien te informa de manera rigurosa y lo más objetiva posible, poniendo en liza la evidencia más actualizada y contrastada, junto con una experiencia práctica demostrada y demostrable.

Volviendo a dicha entrevista, ella, una mujer de unos cuarenta y pocos, con un trabajo administrativo de alta responsabilidad, la práctica habitual de equitación, y un carácter afable, me facilita su reciente historial clínico, en el que se diagnostica, mediante RMN (Resonancia Magnética Nuclear) una hernia discal en el segmento L4-5 con radiculopatía asociada, irradiando dolor hacia la extremidad inferior derecha.
Como ya podréis intuir, llevaba un tiempo —meses— con síntomas, con dolores. Estuvo tratándose con un fisioterapeuta, quien le practicaba acupuntura, estiramientos, etc., donde consiguió mejorar algo de sus dolencias, pero no lo suficiente, los dolores persistían, especialmente de noche. Asistió a su médico de cabecera, quien siguió el protocolo médico en estos casos, analgésicos y/o AINEs, radiografía simple —siendo negativa—, analítica —dentro de los parámetros normales—, y, plausiblemente también, negativo el agravante de origen visceral, etc. Además, los facultativos sanitarios le habían recomendado Pilates, en cuyas sesiones, y en la realización de ciertos movimientos, aún se sentía peor, produciéndole más dolor. Posteriormente, al no remitir los dolores, y no haber encontrado nada con las pruebas anteriores, se derivó al servicio de reumatología del CHUO, quien, a su vez, hizo lo oportuno al de medicina física y rehabilitación del Hospital de Piñor. Una vez allí, se volvió a realizar una anamnesis para una revaluación, cuyo proceder resultó en la mencionada resonancia, donde se dio evidencia de la hernia —incluso, antes de conseguir realizar el examen imagenológico, se barajó la posibilidad de aplicar una infiltración de toxina botulínica, pero momentáneamente descartada por la propia paciente—.

En el centro de rehabilitación de Piñor, y a cargo de médicos rehabilitadores y fisioterapeutas, se le aplicaron diversas técnicas, entre otras, tracciones, pero también le producían molestias —además de no verse capaz de relajarse lo suficiente como para la correcta aplicación de estas técnicas—.

Hay evidencia científica contrastada donde se ha demostrado la ineficacia de las tracciones, tanto para el dolor lumbar que nos ocupa, como para su homónimo cervical, sabiéndose, no solo que no mejora la intensidad del dolor, sino que puede empeorarlo. También las hay de los efectos adversos del uso —y abuso— tanto de fármacos orales analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos y miorelajantes, como de inyecciones de corticoides, toxina botulínica, etc., pudiendo complicar la evolución y la salud en general; pero esto queda lejos de mi conocimiento y tampoco es el objetivo del presente texto. También es justo decir que, si bien estos fármacos pudieran tener ciertos efectos paliativos en las fases de mayor dolor, no se recomienda su uso continuado, por múltiples razones que no son de mi incumbencia, pero sí del personal sanitario y farmacéutico.

Se pudieran aducir aquí varias de las hipótesis que explican el dolor de espalda crónico en el ser humano, como la adaptación filogenética al bidepismo y su desarrollo ontogénico. De igual modo podemos hablar de órganos y origen embriológico, de alimentación y microbiota, de emociones, de estrés, de estilo de vida… Asimismo, pudiéramos precisar algo más en su sintomatología, si atendemos a causas específicas, como una enfermedad sistémica que se manifiesta en la espalda, por ejemplo. Y, en lo que, aparentemente nos ocupa, en este caso, aún habiendo constancia de una hernia, a causas mal denominadas “no específicas” —en más del 95% de los casos el dolor se debe a una patología mecánica del raquis—. En casos de dolor eventual, incluso recidivante, podemos hablar de insuficiencia músculo-ligamentosa, de inflamación, de contracturas, de puntos gatillo, de moléculas de gas sinovial intraarticular, de dinámica de fluidos, de fascia, de tantas cosas…; siendo, en todo caso, interdependientes y no excluyentes.

Con respecto a la hernia, y tomando como ejemplo el presente caso, sabemos que puede causar lumbago, ciática, etc., puesto que, ante un estímulo doloroso, se forma una cascada de sustancias inflamatorias, que, entre otros, irritan las raíces nerviosas, produciendo hiperestesia en la zona afectada o radiculopatía, con dolor referido hacia alguna de las extremidades del miembro inferior, en algunos casos. Sin embargo, también se ha demostrado que una hernia no necesariamente causa dolor.
Haciéndome eco de la información recogida por uno de los mejores grupos de investigación del mundo en dolencias de espalda, la “Fundación Kovacs”, distintos estudios demuestran que hasta el 30% de las personas sanas asintomáticas (sin dolor) muestran hernias de disco, el 70% protusiones, y prácticamente todas, a partir de los 40 años de edad, signos de degeneración del complejo vertebral, que nunca han dado ni darán problemas o que se resuelven espontáneamente (el 20% de las hernias desaparecen solas). Con lo que, guiarnos por lo que pueda mostrar una RM en un momento concreto, no será demasiado útil.
Lo que sí es útil, previa exploración física e historial clínico —así como las pruebas diagnósticas pertinentes, cuando proceda—, es la realización de un programa de ejercicio bien diseñado —este es el único método que ha demostrado su eficacia para reducir el riesgo de recaídas futuras—, junto a ciertas terapias contrastadas de fisioterapia, una consciencia e higiene postural en la realización de las actividades cotidianas y, como mencioné antes, el uso de los correspondientes fármacos, cuando se estime y bajo prescripción facultativa.

Prosiguiendo con la valoración funcional, en la exploración visual y goniométrica, así como en la parte más dinámica, se aplicaron numerosos “test” que, a la postre, nos darían una información tangible por donde poder orientar la programación del ejercicio y el entrenamiento de la manera más eficaz posible. Resumo en los siguientes puntos:

- Molestias en la porción descendente del músculo trapecio (fibras superiores) y musculatura adyacente (esplenio, elevador de la escapula, etc.), con el hombro izquierdo más elevado y derecho más adelantado. Esto probablemente causado por (des)compensaciones derivadas de posturas incorrectas mantenidas durante mucho tiempo.
- Acortamiento y/o restricción de musculatura pectoral.
- Giro de la cabeza limitado hacia el lado izquierdo, con molestia contralateral.
- Aparente dismetría de MMII, con la extremidad inferior derecha ligeramente más larga que la izquierda.
- Limitada dorsiflexión en tobillo de la pierna izquierda.
- Debilidad pierna derecha, menor fuerza extensora.
- Poca fuerza dinamométrica de prensión manual, con una diferencia significativa entre manos (24 kg en la derecha, por 19 kg de la izquierda).
- Posible acortamiento de los rotadores externos de la musculatura pelvi-trocantérea.
- Poco péndulo de brazos en marcha.
- Aparente y posible rectificación dorsal.
- Hiperlordosis adjunta a un excesivo abombamiento o distensión abdominal (posible hipotonía); no existiendo limitación en la disociación lumbo-pélvica, pero sí en la lumbo-torácica.
- Piernas ligeramente en valgo (quizás funcional por la práctica de equitación desde edades tempranas).
- Debilidad de los flexores profundos del cuello, notando fatiga, a los pocos segundos de una flexión craneo-cervical isométrica, percibiendo ligeros movimientos de sustitución por parte de la musculatura más superficial (ECM, escalenos, etc.).
- Triple flexión de MMII (sentadilla) con colapso frontal en valgo, hiperpronación, tendencia a la rotación interna del pie, y excesiva inclinación frontal del tronco.
- Test de la pica (falla en punto dorsal).
- Posible acortamiento de aductores del muslo.
- Movilidad articular de hombros limitada con una significativa anteriorización. Ligera actitud cifótica.
- Acortamiento de isquiosurales (sit & reach test).
- Entre otros.

Teniendo en cuenta todos los puntos anterioes, y una vez puestos en faena, el principal objetivo de las primeras sesiones era realizar los movimientos con facilidad y sin dolor. Activación selectiva de la musculatura más profunda, movimientos finos, coordinados. Ejercicios analíticos de control motor, de baja carga raquídea; trabajamos con ejercicios de control abdominal, intentando reducir la posible hipotonía; también con ejercicios generales de movilidad articular, de estiramientos, etc. Esto lo hacíamos todos los días como parte del calentamiento, enlazando con las progresiones lógicas que nos marcase su tolerancia.
Esta sería la principal premisa en la primera fase de la readaptación —las primeras tres semanas—, marcando una frecuencia de dos sesiones por semana.

Ya en una, digamos, segunda fase, y solapada con la primera, haciendo las progresiones significativas pertinentes, dirigimos el ejercicio a un trabajo más global e intenso. Además fuimos aumentando el volumen y complejidad del mismo. Cabe decir que en todo el proceso solo hubo dos episodios de molestias nocturnas, y uno por la realización de un viaje largo en coche, en los que dicha persona optó por recurrir a un relajante muscular administrado por vía oral.
En este segundo mes, aumentamos la frecuencia semanal a tres sesiones supervisadas, las cuales hemos mantenido desde entonces. El foco lo pusimos, además de en todo lo mencionado en la primera etapa, en la fuerza y resistencia muscular, pero también en ejercicios de desestabilización asistidos, ejercicios unilaterales, de control propioceptivo, movimientos más complejos, multiarticulares, con pesos libres, pero también en máquinas de resistencia, poleas y demás.
Potenciamos el complejo abdomimal usando movimientos de contracción abdominal modificados, trabajo analítico de glúteos, cuadrupedias, isométricos como planchas laterales adaptadas, estimulación paravertebral de erectores espinales, dorsales, trapecio, trabajo unilateral de MMII. Movimientos de empuje, tracciones verticales y horizontales, dominantes de cadera, de rodilla; en cadena abierta, en cadena cerrada…
Le dimos mucha importancia a la respiración, a la relajación, a los estiramientos. Estos, en algunos casos, de manera asistida. P. Ej.: PNF de rotadores externos pelvitrocantéreos. Paralelamente, y de manera sistemática, nos enfatizamos en la reeducación higiénico-postural, en la conciencia corporal. Le di instrucciones, tanto verbales como escritas, para realizar micro descansos en el trabajo, para no permanecer mucho tiempo seguido sentada, no cruzar las piernas, no quedarse dormida en el sofá… Fuimos aumentando la carga de trabajo aeróbico, mejorando con ello la oxigenación y capacidad cardio-respiratoria.
Su percepción subjetiva del dolor se fue reduciendo paulatinamente, así como, de manera inversa, el umbral y tolerancia al mismo.

Actualmente, y después de cuatro meses desde que empezamos, realiza cuatro sesiones de entrenamiento semanal en distribución dividida, con una progresión horizontal (por series), repartidas en tres días de trabajo muscular, y un día de trabajo cardiorespiratorio.

Ahora lo siguiente será realizar los entrenamientos, el ejercicio físico sin mi supervisión, con autonomía, espaciando las sesiones supervisadas. Los objetivos? Por un lado seguir con el trabajo planteado, corrigiendo, en la medida de lo posible, ciertos desequilibrios músculo-esqueléticos y déficit neuromusculares, haciendo las modificaciones pertinentes dentro del macrociclo general, y esperar, en mi opinión, al menos un año, para saber el alcance a largo plazo del tratamiento mediante el ejercicio físico.

Cabe decir, que no se puede asegurar con certeza absoluta que no vaya a tener recaídas, pero que estas serán más leves y menos frecuentes, seguro que sí. Y, por otro lado, mejorar el estado nutricional, con la consiguiente ganancia de masa muscular y mejora físico-estética.

P.D.: por si alguien pudiera dudar de si los casos que voy exponiendo son verdad o una ensoñación mía, debido a que, durante tantos años, no han encontrado una solución plausible, real, palpable, a sus problemas de espalda, veo necesario manifestar o explicar, que puedo demostrar todo lo que digo, todo. He dado instrucción directa durante todo el entrenamiento. Llevo un registro diario de todas y cada una de las unidades de entrenamiento de las sesiones de trabajo de cada persona entrenada, a cada uno le diseño el programa pertinente donde hacemos las anotaciones in situ, realizamos controles, vemos la evolución, intercambiamos opiniones, sensaciones, hacemos las modificaciones pertinentes, anoto las progresiones —y las regresiones si fuera el caso—. Controlo toda la intervención, con los medios disponibles, o los que me parece que puedo y sé usar. Trato a la persona como lo que es, un ser humano, y como lo que puede llegar a ser, un ser humano en plenas condiciones psico-físicas, autónoma y capaz. Cuento tanto lo bueno como lo malo, o no tan bueno, pero he de decir, que gracias a la experiencia de más de diez años y al conocimiento adquirido y aplicado, voy pudiendo hacer la trilla y seleccionar solo aquello que ha demostrado funcionar y que, de alguna manera, está validado o existe alguna evidencia de cierta relevancia a nivel científico. Luego, a nivel empírico, y en lo que supone el trato one to one, adapto según las circunstancias acaecidas.

ADENDA: me gustaría pensar que lo que la gente hace antes de empezar un programa de ejercicio con un entrenador personal, haya podido ayudar en la recuperación, pero dudo que sea así, y a las pruebas me remito, al menos a las mías. Antes de valorar someterse a ciertos tratamientos, primero sería conveniente consultar con un profesional del ejercicio y la salud. Hay muchísimas fisiopatologías y dolencias que tendrían solución, en parte, con el adecuado ejercicio físico y con una dieta correcta adaptándolos a cada persona. No esperen a estar desesperados para hacerlo. Que el entrenador, el preparador físico, el readaptador no sea el último al que acuden, que sea el primero. Se ahorrarían muchos disgustos.
Hay profesionales que dedican gran parte de su vida a estudiar sobre estos temas. Personas que invierten tiempo en conocer las respuestas, pero también en formular ciertas preguntas. Pregunten, por favor!
Es necesario dar una información precisa a cada persona. Es muy importante que la gente sepa cosas que ignora. Es necesaria una revolución del conocimiento, de la información. Y también es necesario que en los servicios sanitarios, públicos y privados, se incluyan en la plantilla, además de médicos rehabilitadores, fisioterapeutas, enfermeras, auxiliares, celadores, etc., a técnicos y licenciados en ciencias del ejercicio físico, debidamente titulados, formados, capaces y autónomos; trabajando conjuntamente con el personal sanitario, con el único objetivo de mejorar la salud, la vida, del paciente/entrenado, de la persona.

Seguimos trabajando…