domingo, 17 de febrero de 2019

Esguince e inestabilidad de tobillo: una actualización pertinente

Hace años, cuando una persona sufría un esguince de tobillo, al menos que diera con un fisioterapeuta, médico, o preparador físico meramente competente, el protocolo a proceder consistía en vendaje comprensivo o escayola en según qué casos, reposo absoluto, pierna elevada, bolsas de hielo para bajar la inflamación, muletas y, especialmente, analgésicos y antiinflamatorios. Bueno, hoy en día aún se siguen usando dichas estrategias, pero el conocimiento avanza y el disparo es mucho más preciso. Por ejemplo, y en primer lugar: entrenamiento cruzado. De inmediato, cuando corresponda, ejercicios unilaterales, donde se desafíe el equilibrio, la propiocepción, después de unos días de reposo en la fase aguda —pero no absoluto—, aplicando el protocolo POLICE, bajo prescripción médica, y otros tres días de movilidad sin carga y sin dolor, para evitar la rigidez, entre otros (Bleakley CM, et al. Br J Sports Med. 2011. “PRICE needs updating, should we call the POLICE?”. https://bjsm.bmj.com/content/bjsports/46/4/220.full.pdf)
Lo que sí, es que nadie en su sano juicio iría junto a un Entrenador Personal a “curarse” de un esguince —tampoco es que estuviera muy extendida la figura de este profesional—. Hoy en día, quien lo haga, deberá saber dos cosas: primera, que el entrenador personal lo derivará de inmediato, y sin hacer nada más, al médico y al fisioterapeuta, si la persona no lo ha hecho ya. Y segunda, que después del visto bueno de uno o de los dos profesionales anteriores, lo que le espera es trabajo de readaptación aplicando la literatura científica más rigurosa, el conocimiento adquirido, y la experiencia significativa tanto propia como con terceros. Estos serán algunas de las premisas que guiarán el criterio para una óptima y eficiente recuperación, “Criteria-Based Return to Sport Decision-Making Following Lateral Ankle Sprain Injury: a Systematic Review and Narrative Synthesis”, Bruno Tassignon, et al. Sports Med. 2019, https://link.springer.com/article/10.1007%2Fs40279-019-01071-3

Después de un esguince, y en según que grado —esto lo valorará un especialista médico—, mucho más importante que el reposo absoluto que se recomendaba antaño, es proteger los tejidos dañados de la articulación de posibles recidivas, especialmente en su fase aguda, los primeros días, respetando la cronología del proceso inflamatorio y favoreciendo la cicatrización. Por supuesto, no se debería apoyar la articulación en exceso, por ello unas muletas son unas grandes aliadas.
En una segunda fase, digamos, es conveniente realizar un trabajo simultáneo con el fisioterapeuta, y ya desde un primer momento, la persona debería seguir con su programa habitual de entrenamiento, adaptando los ejercicios de piernas —dominantes de rodilla/cuádriceps y de cadera/isquiosurales, ejecutando movimientos de cadena cinética abierta tipo extensión de rodilla (leg extension), flexión de rodilla (leg curl), u otros similares —para aquellos que sienten odio por este tipo de máquinas, aquí habría una buena razón para incluirlas, por ejemplo para no cargar la articulación lesionada en exceso y para mantener el tono muscular de cuadriceps e isquiosurales—, sin mencionar las respuestas fisiológicas generadas con un buen entrenamiento cruzado, es decir: vete al gimnasio aunque lleves muletas!

En lo concerniente al trabajo de readaptación, resulta esencial, primeramente, y sirviendo como calentamiento específico, movilizar la articulación de manera adecuada, esto es, realizar movimientos, sin carga y sin dolor, de flexión/extensión, eversión/inversión, y circunducciones. En estos últimos movimientos, hay que tener cuidado de no excederse en el rango de movimiento o estaremos reproduciendo el mecanismo lesional de este caso. Con los días, iremos progresando a un trabajo isométrico, por ejemplo con gomas, e isotónico-concéntrico y excéntrico, integrándolos hacia movimientos auxotónicos completos: combinando ejercicios de cadena cinética abierta, como los antes descritos, y de cadena cinética cerrada (tipo prensa, hack, sentadilla, peso muerto, etc.) —el fortalecimiento muscular es muy importante—. Paralelamente, el trabajo propioceptivo, incluyendo diversas tareas, tanto bipodal como unilateral, con los ojos cerrados, sobre plataformas generadoras de inestabilidad, desequilibrios externos o inducidos por el propio entrenador, etc., serán la antesala, o el complemento, hacia caminatas sobre las puntas de los pies, de talones, y todas las variantes que se nos ocurran. Regresando poco a poco a la normalidad previa a la lesión, aumentando progresivamente la distancia de la marcha; incluyendo terreno inestable, caminar en grava, por cunetas o colchonetas inclinadas, en su defecto. Así, no menos importante es mantener una buena flexibilidad de los tejidos que conforman la articulación. Los estiramientos deberán buscar una progresión hacia rangos articulares mayores.
Mediante toda esta praxis, el objetivo final será devolver a la persona a una situación igual o mejor a la que estaba antes de lesionarse, tratando de disminuir el riesgo de sufrir un nuevo esguince u otra lesión de igual o mayor índole, “Injury risk is altered by previous injury: a systematic review of the literature and presentation of causative neuromuscular factors”, Jessica Fulton et al. Int J Sports Phys Ther. 2014. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4196323/

Para precisar aún más, son de destacar el estudio de Verhagen y Bay, ya del 2010, “Optimising ankle sprain prevention: a critical review and practical appraisal of the literature”, Br J Sports Med, https://bjsm.bmj.com/content/44/15/1082, pero que da herramientas precisas en cómo manejar la optimización para reducir los esguinces de tobillo y la inestabilidad asociada, apoyándose en la literatura científica hasta ese momento. Mucho más reciente es el documento de consenso presentado en el 2016 por el “Executive Committee of the International Ankle Consortium” (Phillip A. Gribble, et al. https://bjsm.bmj.com/content/50/24/1493), y publicado en la British Journal of Sports Medicine, declarando, paradójicamente, el poco consenso a la hora de prevenir nada. Se puede reducir el riesgo lesional y su prevalencia, pero el riesgo “0” no existe, con lo que no sé hasta qué punto habrá que seguir subiendo a la gente a un BOSU, “Response to Tendon Vibration Questions the Underlying Rationale of Proprioceptive Training”, Lubetzky et al., 2017, https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28125270. Lo que sí, el objetivo principal será mejorar la función sensoriomotora, “un complejo sistema que incorpora todos los componentes aferentes, el proceso de integración y procesamiento central y las respuestas eferentes, con el objetivo de mantener la estabilidad funcional de la articulación durante los movimientos del cuerpo” (Azahara Fort Vanmeerhaeghe and Daniel Romero Rodriguez. Apunts. 2012. “The role of the sensory-motor system in joint stability during sports activities”. https://doi.org/10.1016/j.apunts.2012.09.002), y la artrocinemánica, pero no solo del tobillo, pues el organismo es una unidad que hay que tratar como tal. Todos los músculos, tendones, fascias, ligamentos y nervios trabajan en sinergia, formando parte de una cadena biomecánica y con respuestas fisiológicas al movimiento, tanto de manera local, como global.

Entrenamos para la vida!