viernes, 28 de diciembre de 2018

Qué es lo que funciona para el dolor de espalda? Lo que funciona es el ejercicio físico…

Un regalo de navidad en forma de documento gráfico, de la mano de Johan W. S. Vlaeyen, Steven J. Linton, Chris G. Maher, y colaboradores, quienes saben algo del asunto del dolor crónico, “Low Back Pain”. Nature Reviews Disease Primers, volume 4, Article number: 52 (2018). https://www.nature.com/articles/s41572-018-0052-1?WT.feed_name=subjects_therapeutics. Pero aunque se suele decir que una imagen vale más que mil palabras yo prefiero la narrativa, pues la concatenación organizada de letras esconde los detalles de una complejidad explicativa que las infografías no alcanzan a explicar por sí solas. No obstante, la narrativa solo tiene sentido si va de la mano de la acción práctica —del movimiento—. Tanto en prosa como en poesía, lo importante es atender a la fisiología!

Pero antes de abrir el regalo, necesitamos saber qué sucede —quien sabe de dolor todo lo sabe—. Cómo funciona el dolor?
Bueno, nadie lo explica mejor que el doctor en fisioterapia Lorimer Moseley —recomiendo su libro “Explain the Pain”, en co-autoría con David Butler—. “El dolor no es un indicador preciso de la salud de los tejidos, realmente es un protector, ya que al hacer que nos sintamos mal, permite al cerebro modificar nuestro comportamiento para evitar lesiones mayores o que los tejidos puedan sanar. Pero a veces el dolor no ayuda, como por ejemplo el asociado a un miembro fantasma —el miembro amputado duele aunque no esté—, y el dolor es muy real. El dolor es una señal de alarma de tu cerebro, ante una evidencia clara, para decirle a tu cuerpo que necesita protección. A veces es sobreprotector y recibimos innecesarias señales de alarma. Hay muchas formas en que nuestro sistema nervioso puede acabar enviando señales de alarma innecesaria —dolor disfuncional, quizás?—. Por ejemplo debido al condicionamiento. El condicionamiento es solo una de las maneras en que nuestro cuerpo aprende a sentir dolor; y cuanto más tiempo tu sistema nervioso produzca dolor, “mejor” será produciéndolo: tu cuerpo aprende a sentir dolor.

Entonces, ¿qué alimenta a esta bestia?

En los tejidos de nuestro cuerpo el dolor funciona de la siguiente manera: hay neuronas específicas las cuales normalmente solo responden a estímulos dañinos —nociceptivos—, ya sean mecánicos, químicos o térmicos. Cuando son activados, envían una señal de alarma a tu médula espinal —asta dorsal de la médula espinal—, la cual puede que a su vez envíe la señal a tu cerebro. Esta actividad de las neuronas se llama nocicepción y tiene lugar en todo momento, aunque solo a veces se traduce en dolor. La mayor parte del tiempo el cerebro te protege con otras acciones como el movimiento. Una vez que la señal de alarma llega al cerebro, este la interpreta empleando toda la información que le llega y la mucha que ya tiene almacenada. Si hay una buena razón para pensar que se requiere protección, entonces tu cerebro produce dolor. Unos de los increíbles descubrimientos de los últimos tiempos es que puedes sentir dolor sin que haya ningún estímulo físico: los pensamientos y lugares pueden activar las señales de alarma. Y el dolor que se siente es exactamente el mismo. Pero no es solo tu cerebro; tu médula espinal también aprende a generar innecesarias señales de alarma. Tu sistema nervioso puede estar aprendiendo a sentir dolor cuando este se presenta o se extiende sin previo aviso. Nuestro cuerpo se siente extraño y nos cuesta movernos bien. Tu dolor cambia rápidamente con tu estado de ánimo y pequeños contratiempos pueden desencadenarlo. Antiguas lesiones comienzan a doler nuevamente. Eres más sensible al estímulo y cuanto más dure el dolor más se repetirá este proceso —y no podemos dejar que eso suceda, no podemos permitir que el dolor dirija nuestras vidas—. La manera tradicional en la que se entendía el dolor no podía explicar estas cosas y hacía que muchos dolientes —o pacientes— sintieran que nadie creía que su dolor fuera real o que se pensara que si había tanto dolor era porque había un problema mayor en el tejido, pero ahora sabemos cómo ocurre el dolor persistente.

Cómo podemos domar a la bestia?
El dolor es algo muy personal, no hay una solución única para todos. Y aunque ya tengamos estrategias bien pensadas para hacerle frente, ha llegado el momento de cambiar nuestra forma de manejar y reducir el dolor, una forma que se centre en re-programar nuestro sistema de dolor. Esto podría traducirse en ponernos físicamente a prueba y movernos más —y mejor— de lo que lo hacemos habitualmente. El movimiento es la vía más crítica para la recuperación y casi siempre es seguro moverse. También ayuda ser honestos con las actitudes, creencias y opiniones que tengamos actualmente.
Por ejemplo: el lenguaje que usemos, lo que nos decimos y pensamos. Aquí cito al neurólogo Arturo Goicoechea, quien, de manera muy acertada, diferencia entre sentir dolor y percibir dolor. “Me duele el cuello —me duele la espalda—! Esta expresión, correcta desde el punto de vista del lenguaje, no lo es desde la perspectiva de la neurofisiología. El cuello no es capaz de generar dolor ni ninguna otra percepción”. Sería más correcto decir <<siento dolor en el cuello>>, o, <<percibo dolor en el cuello>>. La percepción es una función compleja que se genera en la intrincada red neuronal, fruto de la interacción continua de un organismo con el entorno. Esa interacción construye una teoría probabilística de sus consecuencias, que se plasma en una representación anticipada, predictiva, del organismo. Es innegable que lo percibido, en este caso el dolor, surge siempre de un complejo proceso evaluativo, construido al calor del aprendizaje, guiado por la experiencia propia, la observación de hechos y relatos ajenos y por la instrucción experta. La realidad genera en el organismo estados, detectados por los sensores neuronales que confirman o desmienten lo que la red predictiva anticipa. Si duele, significa que la red neuronal se encuentra en ese momento, lugar y circunstancia en un estado de alerta protección. La cuestión es: ¿el estado de alerta-protección está justificado? Cada cual hace sus cábalas, en función de la información aprendida”.

Como apunte epidemiológico, resaltar que la prevalencia global de dolor lumbar en el transcurso de la vida es de ~ 40%. Los países de altos ingresos tienen la prevalencia más alta (32.9%), con tasas más bajas en los países de bajos ingresos (16,7%) —quizás los pobres no se lo puedan permitir tanto—. Los factores de riesgo para el dolor de espalda baja incluyen factores genéticos, factores de riesgo físicos (como estar de pie —y sentado—, y levantar objetos pesados, ​​durante mucho tiempo), y factores psicológicos (como angustia y expectativas de daño) y un estilo de vida poco saludable.
Aunque es evidente su prevalencia, no veo necesario seguir alarmando a la sociedad de que el dolor lumbar representa el mayor porcentaje de discapacidad, bajas laborales, y consultas médicas y fisioterapéuticas. Considero que el seguir haciéndolo, además de una redundancia casi absurda, no hace más que pregonar un mensaje nocebo. Ya es bien conocido el planteamiento del problema, pero lo que necesitamos son soluciones —y resultados—.

También se sabe que lo hecho hasta ahora no ha reducido la prevalencia, es más, ha oído incrementándose. Y eso tiene que ponernos a dar respuestas, pero primero a saber formular qué preguntas. Podemos estar de acuerdo en que la terapia manual tipo masajes, manipulaciones y tracciones quiroprácticas, punciones, y demás técnicas, unidas, o no, al tratamiento farmacológico, pueden tener su fundamento como formas de modulación del dolor a corto plazo. Pero es incontestable su ineficacia a largo plazo, a parte de un coste-efectividad negativo. Podríamos pensar que la búsqueda de los mal llamados “puntos gatillo”, contracturas, escoliosis, caderas desalineadas, suman como posibles contribuyentes, pero lo cierto es que su plausibidad está más cerca de la aporía que de la certeza, nadando para seguir en el mismo sitio; habiendo demostrado en unas cuantas ocasiones su refutación. En estes casos estoy convencido, y así se puede evidenciar, que descubrir un error y dejar de replicarlo cual autómatas, es tan buena tarea, y a veces incluso mejor, que la patente de una nueva verdad. Pero que cada uno haga las reflexiones que considere; siempre y cuando no se engañe a nadie, todo podrá tener cabida.

Otra cosa son las alteraciones fuertes, donde sí puede haber causalidad, y esto lo explican muy bien en este artículo con más de 240 estudios científicos para revisar. Los mecanismos de inervación están claros, por lo tanto son contribuyentes potenciales para el dolor lumbar; sin embargo, faltan pruebas clínicas para identificar de manera confiable que estos contribuyentes nociceptivos lo sean de una patología subyacente para la mayoría de los pacientes. Aunque son menos comunes, las afecciones viscerales, como la endometriosis o los cálculos renales, también pueden causar dolor lumbar. Las expectativas de que el dolor es un signo de daño, el miedo relacionado con el dolor y las conductas de evitación pueden aumentar el dolor y la interferencia con las actividades diarias. Las alteraciones en la estructura y función del cerebro se han demostrado en personas con dolor lumbar, aunque su relevancia funcional e implicaciones precisas aún no se conocen completamente.

Por otro lado, tampoco considero que haya que tenerle miedo a las pruebas de imagen tipo RMN (Resonancia Magnética) y similares, pues estas nos pueden aportar información biológica de los tejidos, de los cambios tipo Modic, por ejemplo. Porque no es lo mismo una protusión que un prolapso, ni que una extrusión, y más si esta última va asociada con una radiculopatía severa. Radiculapatías sin causa pato-anatómica?, banderas rojas?
Sí, cuando el médico lo considere se harán las pertinentes pruebas. Pero no nos creamos más listos que el profesional correspondiente? Nadie sabe más de medicina que un médico; nadie sabe más de fisioterapia que un fisioterapeuta; nadie sabe más de ejercicio físico que un preparador físico. Pero todos sabemos más bien muy poco…
Me gusta la visión del doctor Rafael Torres Cueco, presidente de la SEFID (Sociedad Española de Fisioterapia y Dolor), quien, en la "3rd International Conference on Pain and Physiotherapy”, señalaba que “las pruebas de imagen no son un diagnóstico en sí mismo, como tampoco lo es el dolor crónico. Y, por lo general, estas pruebas no suelen presentar causalidad de dolor, pero en algunos casos, junto con la anamnesis pertinente, y una valoración exhaustiva —casi siempre narrativa—, nos pueden ayudar a entender la patología del paciente”.

Se dice que la mayoría de las personas con dolor lumbar tienen un dolor inespecífico sin una causa discernible y, como tal, se está realizando un abordaje inespecífico. Y muchos de los tratamientos para el dolor lumbar inespecífico son muy malos. Pero, realmente, no existe el concepto de "dolor de espalda no específico”. Solo hay sujetos que no han recibido una evaluación completa. Aquí es bueno pararse a analizar la experiencia en investigación del doctor Stuart McGill, quien sostiene que “hay un mecanismo que la ha provocado y que puede ser identificado como la causa directa de la gran mayoría que sufre de dolor de espalda”. Además, el enfoque del sistema médico tradicional basado en citas de quince minutos no ofrece la oportunidad de mostrar al paciente la causa de sus dolores ni una guía adecuada que explique las maneras efectivas de deshacerse de la causa y crear un movimiento sin dolor.
Podríamos atribuir gran parte de este problema a una insuficiencia muscular y ligamentosa, y toda la cascada de alteraciones que ello provoca, pero, quizás, aún debiéramos ir más allá, puesto que no se sostiene del todo dicha hipótesis. Al menos no para todo el mundo que sufre de dolor lumbar, en particular, y de la zona de la espalda, en general. Necesitamos mirar hacia la integración con otros factores de riesgo psicológicos y sociales, el estudio de la genética y los mecanismos cerebrales del dolor. Procuremos seguir avanzando hacia un enfoque biopsicosocial en el tratamiento del dolor crónico.
Banderas rojas —preguntaba—, pero qué hay de las banderas naranjas (síntomas psiquiátricos), las banderas amarillas (creencias negativas, emociones y creencias en el lugar de trabajo) y banderas negras (obstáculos sociales para la recuperación)?

La transición del dolor de espalda agudo a crónico puede estar mediada por factores cognitivos, emocionales y de comportamiento. Esto parece ser corroborado por el hallazgo de que la interferencia entre las regiones del cerebro involucradas en el procesamiento cognitivo-afectivo predice la progresión al dolor crónico. Comprender la neurobiología del dolor de espalda requiere un estudio adicional. Como se mencionaba en el párrafo anterior: los factores de riesgo pueden extenderse hacia mecanismos epigenéticos y respuestas sociales. Para explicar esto podríamos detenernos con detalle en dos estudios que, a mí parecer, dan explicación a estas hipótesis. Uno realizado con trabajadores hospitalarios japoneses, y publicado en la prestigiosa PLoS One, “Prognostic psychosocial factors for disabling low back pain in Japanese hospital workers”. Yoshimoto T, et al. PLoS One. 2017. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5439694/#!po=41.8033, y en el que se sugiere que los factores psicosociales, las creencias para evitar el miedo (Fear-Avoidance Beliefs, por sus siglas en inglés), los síntomas o la tendencia a la somatización y el estrés interpersonal de las relaciones laborales, se asociaron con el dolor lumbar que interfería con el trabajo, siendo factores de riesgo importantes.
Y este otro curioso estudio, “Disabling chronic low back pain as an iatrogenic disorder: a qualitative study in Aboriginal Australians”. Ivan B. Lin, et al. BMJ. 2013. http://bmjopen.bmj.com/content/3/4/e002654, realizado con personas aborígenes de Australia, mostrando evidencia del poder de la palabra, es decir, cómo lo que se dice por parte de la comunidad médica puede derivar en una sugestión social, al influenciar o perpetuar creencias negativas. Parece existir el potencial de que los profesionales de la salud tengan un impacto nocivo en el trastorno de sus pacientes. Estas creencias o percepciones erróneas alimentan el miedo al movimiento, potenciando la fragilidad y con ello la discapacidad.

El modelo biopsicosocial, esto es, una suerte de amalgama de influencias biológicas, psicológicas y socioculturales tienen un peso importante en el impacto socioeconómico de esta situación. Además, el fracaso de los enfoques biomédicos, atribuyendo dolor a la vulnerabilidad estructural y anatómica de la columna vertebral, a las pruebas de imagen radiológicas, y similares, para el cuidado de la lumbalgia crónica, es evidente.
El dolor de espalda es algo complejo, pero la percepción que de ella se tiene debe cambiar. Para ello, la educación es clave. El desafío para la comunidad médica, y todos los profesionales de la salud implicados, que trabajan con personas con dolor de espalda es mejorar la comunicación, influyendo positivamente en las creencias sobre el dolor lumbar y sus consecuencias futuras, aumentando la resistencia a la discapacidad.

A parte, y volviendo a citar al Dr. Torres Cueco, “otro gran error en la actualidad es tratar al sujeto con dolor crónico igual que el que tiene dolor agudo. Es un error seguir insistiendo con propuestas mecanicistas y tratamientos pasivos en el abordaje en el tratamiento del dolor lumbar crónico. No todo dolor crónico es lo mismo, y no todo dolor es una enfermedad del cerebro. El dolor es multidimensional, por lo tanto hay que incluir las múltiples dimensiones del dolor en la evaluación y tratamiento, los múltiples dominios del dolor. El diagnóstico es importante pero también debemos concentrarnos en saber más en factores pronóstico y estrategia de detección temprana de pacientes que pueden desarrollar un dolor crónico. Tenemos que saber más en estrategias terapéuticas, fisioterapia, abordaje cognitivo-conductual, educación en dolor. Tenemos que saber más en intervenciones en prevención de la discapacidad y de reincorporación temprana al trabajo. Es crítico diferenciar el dolor nociceptivo persistente del dolor disfuncional o el dolor por sensibilización central alterada. La educación en neurociencia o neurobiología del dolor puede ser la mejor estrategia terapéutica para muchos de los pacientes con dolor disfuncional, pero quizás no para todos".
Aún así, y a todas luces, el ejercicio con educación —y la educación en ejercicio— es eficaz para la prevención y el tratamiento del dolor de espalda. En pacientes de riesgo medio o alto, se recomienda un enfoque multidisciplinario con terapias físicas y psicológicas. La atención personalizada y estratificada son formas prometedoras de mejorar la eficacia de los tratamientos disponibles para el dolor lumbar, aunque se necesitan enfoques de gestión rentables que se puedan ofrecer globalmente a escala. Y aquí es donde está una de las claves: uno, porque de desconoce; y dos, porque no llega a todo el mundo. Independientemente de esto, y para todos los pacientes, se recomienda el asesoramiento, la tranquilidad, el autocontrol, el regreso al trabajo y el fomento de la actividad física antes de la terapia farmacológica para el tratamiento del dolor lumbar. La terapia farmacológica solo debe utilizarse después de una falta de mejora con los tratamientos no farmacológicos. Y en este caso, se pueden considerar los AINE, los relajantes musculares y los opioides débiles. Por supuesto, la cirugía no se recomienda para el dolor lumbar inespecífico.
Y aquí se ha producido otro de los grandes fiascos médico-sanitarios. La cirugía no resuelve el problema en casi ningún caso, pero su aplicación estuvo a la orden del día durante muchos años. Ni disectomía, ni rizolisis, ni artrodesis, son la salvación. Es más, las complicaciones colaterales de estas intervenciones superan los posibles beneficios: infecciones, hemorragias, y alteraciones varias. Además de no haber demostrado eficacia, pero sí comprobarse como el dolor vuelve al cabo de unos años, incluso meses, incluso no se resuelve después de la intervención quirúrgica. Es lo que se conoce como FBSS (Failed Back Surgery Syndrome, por sus siglas en inglés), cuyo término, acertado o no, encierra un problema muy grave. También son muy abundantes los casos de recidivas de hernia después de una operación, y las disfunciones de las articulaciones o niveles vertebrales colindantes. Habrá que hacer una valoración exhaustiva, y una selección muy precisa, y estar muy seguros de la intervención, o de lo contrario será un acto iatrogénico imperdonable.

Entonces, qué hacemos?

Bueno, lejos de ser sencillo dar una respuesta contundente para cada persona, la evidencia científica actual, tal y como recoge el magnífico estudio de Opeyemi O. Babatunde, y colaboradores, "Effective treatment options for musculoskeletal pain in primary care: A systematic overview of current evidence". Babatunde OO, et al. PLoS One. 2017. http://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0178621, indica que el tratamiento más eficaz para el dolor crónico es el ejercicio físico. Claro, siempre y cuando se haga desde una correcta prescripción, y con la supervisión del entrenamiento por parte del profesional adecuado, junto con las intervenciones psicosociales afines que puedan potenciar los efectos del mismo. Siendo más prácticos, se torna necesario ir estimulando los distintos grupos musculares, atendiendo a la tonificación y funcionalidad de la musculatura glútea y pelvitrocantérea, a los cuádriceps e isquiosurales, así como a toda la faja lumbo-abdomino-pélvica, erectores espinales, paravertebrales, musculatura dorsal y periescapular, sin olvidarnos de la musculatura pectoral, deltoidea y braquial, entre otros. Pues todos los músculos, fascias, ligamentos y nervios trabajan en sinergia, formando parte de una cadena biomecánica y con respuestas fisiológicas al movimiento. Así, podemos referirnos a la REIDE (Red Española de Investigadores en Dolencias de la Espalda), una estructura creada y dirigida por la Fundación Kovacs para promover la investigación de calidad sobre los síndromes mecánicos del raquis, donde se consolida, una vez más, que una musculatura potente, equilibrada y bien coordinada mejora la estabilidad y el funcionamiento de la columna vertebral, disminuye el riesgo de lesión del disco intervertebral y mejora la movilidad. Además, mejora la coordinación inconsciente de la musculatura, por lo que disminuye el riesgo de sobrecarga o lesión de los músculos o ligamentos. Realmente, nada permite garantizar que nunca vayan a existir crisis dolorosas de la espalda, pero cuanto mejor desarrollada y funcional esté tu musculatura, menor será el riesgo de que aparezcan. El programa de ejercicio deberá perseguir esos objetivos con dos preocupaciones fundamentales:

  • Disminuir el riesgo de lesión al hacer los ejercicios. 
  • Asegurar el mejor aprovechamiento del tiempo que puedas dedicarles. 
Y si queremos concretar aún más, bueno es el documento realizada por parte de Juan Ramón Heredia, y colaboradores, y publicada en el International Journal of Physical Exercise and Health Science for Trainers, en el año 2016, http://ijpeh.info/articulo/propuesta-para-el-diseno-de-programas-de-readaptacion-funcional-en-poblacion-con-dolor-lumbar-por-parte-del-especialista-en-ejercicio-fisico-2128-sa-z57cfb27280b60. Una propuesta para el diseño de programas de readaptación funcional para personas con dolor lumbar, basado en más de setenta referencias bibliográficas, y con una calidad metodológica que resulta imprescindible conocer —y aplicar— por parte de los profesionales del ejercicio físico y la salud, y de cualquier persona interesada, en general.

Además de valorar la inclusión de trabajo aeróbico como caminar, etc., se realizará un trabajo específico, mediante una progresión lógica, trabajando, en una primera fase, con ejercicios muy analíticos, de coordinación y control motor, realizados en posiciones de baja carga, con el objetivo de inducir adaptaciones neurofisiológicas, especialmente mediante la facilitación selectiva en la activación de la musculatura profunda. Lograr una adecuada capacidad de disociación y control lumbo-pélvico, así como una óptima lordosis fisiológica o zona neutra en cualquiera de las posiciones de carga y planos del movimiento, serán objetivos prioritarios. Seguidamente, en incluso de manera paralela a la anterior, en una segunda etapa, el trabajo irá orientado a seguir mejorando la fuerza y resistencia, así como la coordinación intra e intermuscular de la musculatura asociada, continuando, en tiempo y forma, con tareas más complejas e intensas, siendo capaz de mantener una tensión adecuada y una respiración afín, mientras realizas los ejercicios propuestos y las tareas de la vida diaria. El objetivo final será progresar hacia sesiones de entrenamiento globales, mejorando la condición física general. Este protocolo lo seguiremos siempre y cuando se realicen los ejercicios con facilidad y sin dolor.
Sí, el ejercicio físico es bueno para el dolor. Entre otras cosas, mejora el desacondicionamiento físico, pero, seguramente, lo más potente del ejercicio físico tienen que ver con la experiencia de éxito en el rendimiento mismo, operando un cambio en las creencias y conductas de dolor. Nos ayuda a cambiar la percepción de nosotros mismos, de la falta de autoestima, de sentirse mal consigo mismo, incapaz de hacer nada por el dolor —dice el profesor Torres Cueco—; quien añade, “algo tremendamente relevante es que el sujeto, después de un programa de exposición gradual al dolor, se someta a un programa de reactivación física. No recomiendo las gimnasias suaves, ni taichi, ni aquagym, ni yoga. Y no es por manía, el problema es el contexto. La mayoría de las personas que suelen realizar este tipo de actividades son sujetos con dolor. Y mis pacientes con dolor crónico, una vez empiecen el programa, tienen prohibido hablar de dolor. Y claro, se juntan con otros pacientes que sí lo hacen, y al principio pueden aguantarse sin hablar de ello, pero al final caen en la tentación de hablar de su dolor. Recomiendo a los pacientes que hagan actividad física en un ambiente que no tenga nada que ver con el mundo del dolor”.

No se puede tratar a una persona como alguien frágil, pues seguirá siendo frágil. Hay que tratarla como lo que es, un ser humano, y, especialmente, como lo que puede llegar a ser, un ser humano en plenas condiciones psico-físicas, autónoma y capaz. Es muy importante —es clave— la pedagogía del profesional ante personas con dolor crónico. Como profesionales del ejercicio físico y la salud, debemos trabajar la actitud, debemos cuidar nuestro vocabulario y nuestro lenguaje no verbal. Debemos entrenar la escucha activa, la empatía, y también la asertividad; observar patrones de movimiento defectuosos y trabajar en pro de la calidad de los movimientos. Debemos ayudar a que la persona reduzca sus miedos, la evidencia creíble de peligro, y que gane en confianza, aumentando la evidencia creíble de seguridad.
Antes de someterse a algún tipo de intervención o tratamiento, sería conveniente consultar con dos profesionales: fisioterapeuta y entrenador personal o preparador físico, quienes bajo supervisión médica, a poder ser, te instruyan en un adecuado programa de ejercicio neuromuscular, de fuerza-resistencia general y especifico a tu dolencia.
Quizás el primer paso sería pedir cita con tu médico de cabecera, y aunque este no se sienta preparado para prescribir ejercicio, sí podría sugerir la búsqueda de un profesional adecuado y, al menos, conocer los beneficios de la actividad física y del ejercicio supervisado.

Y no, la espalda (raquis, columna, etc.) no es débil, más bien todo lo contrario. No tengan miedo en coger pesos, pero cójanlos bien. Fortalezcan toda la musculatura y trabajen los gestos naturales del cuerpo, mejorando los movimientos para que sean lo más biomecanicamente eficientes posible. Es crítico asumir la responsabilidad de reblandecer las consignas de evitación y catastrofismo para el dolor de espalda. Y cómo se fortalece la musculatura? Pues sí, cogiendo pesos, con unas cargas determinadas (intensidad, volumen, densidad, frecuencia, etc.), y con una alimentación afín. No hay que tenerle miedo al MÚSCULO, es nuestro aliado —un órgano de primera magnitud—, y no solo para lucir en la playa. Porque una cosa es lo que vemos —lo que percibimos—, y otra bien distinta lo que realmente es.


Por ejemplo, y ampliando la explicación de L. Moseley, ante estímulos mecánicos, se producen una serie de fenómenos neurológicos o procesos a través de los cuales las células responden convirtiéndolos en señales bioquímicas que provocan respuestas celulares específicas, y estas, a su vez, desarrollarán adaptaciones, también microscópicas, imperceptibles, que producirán, o no, la posible recuperación. Pero hay que hacer una exposición gradual y lógica a dichos estímulos. No todo vale!
“El manejo del dolor debe basarse en las influencias fisiológicas, anatómicas y psicosociales sobre el dolor del individuo. Comprender las diferentes causas y tipos de dolor, nos servirá de base para el manejo integral del dolor”. Así lo aseveran en esta imperdible revisión narrativa, publicada en la British Journal Sports Medicine, a cargo del Dr. Brian Hainline, junto a JP Caneiro, Moseley, y otros, “Pain in elite athletes—neurophysiological, biomechanical and psychosocial considerations: a narrative review”. https://bjsm.bmj.com/content/51/17/1259.


Se viene diciendo que el mejor ejercicio es el que se hace, pero el que se hace bien. Y en estos casos más todavía, pues aún lo fisiológicamente posible no tiene porque ser lo adecuado. Cuando se habla de entrenar, lo importante es entrenar bien, y eso implica muchas cosas. En mi opinión, el mal entrenamiento no existe, se le llamará de otra forma, pero no entrenamiento. Por supuesto que los ejercicios “correctivos” son importantes, pero basar un programa de entrenamiento en ello, es motivar en el error. Usemos protocolos eficaces —adaptándolos cuando corresponda—, y seguros, ajustando la carga y la selección de ejercicios a cada persona —individualizando—; pero tengamos también en claro que no es cuestión de que haya un ejercicio milagroso, un movimiento mágico que va a hacer que desaparezca el dolor, es todo un conjunto de tareas; sin prisas y haciéndose conscientes del tiempo que se necesita para que se produzcan esos cambios crónicos favorables. Además, igual de importante es, no solo lo que se diga, la comunicación entrenador-entrenado, terapeuta-paciente, sino el cómo se diga.Un buen entrenador sabe cómo hacer que una persona —cualquier persona— sea cada vez más fuerte, mientras mantiene las lesiones a raya. Citando al propio Craig Liebenson: “un entrenador debe intentar conseguir que su cliente consiga hacer lo más difícil que sea capaz de hacer de una forma correcta. La falta de ejercicio, o el ejercicio en un constante estado de confort, hará que el individuo siga siendo frágil y no consiga olvidarse del dolor”.
Los entrenadores somos expertos en movimientos, y después de la valoración inicial pertinente —y obligatoria—, donde evaluar los movimientos, posturas y cargas que puedan ser los desencadenantes específicos del dolor, diseñaremos lo que el doctor Liebenson denomina “Menú Entrenable”, coincidiendo con la propuesta del profesor Stuart McGill, en el que enseñar al cliente sobre el movimiento a realizar en sus tareas diarias para evitar el desencadenamiento del dolor que les permita desensibilizarse y crear un cliente receptivo al entrenamiento que les hace más fuertes en lugar de hacerles más dolorosos. Atender a la calidad de ejecución en los movimientos antes que en la cantidad; creando una progresión de ejercicio para generar una base para la actividad libre de dolor, donde la persona haga lo más difícil que pueda hacer pero bien hecho. Y todo deberá ser observado de forma funcional, en movimiento, a través de patrones de movimiento y de la valoración del movimiento, y nunca de forma estática”. Con todo, si llevamos a cabo entrenamientos lo más objetivos posibles, donde lo realizado se aproxime a lo pretendido, asegurándonos de que hay una serie de respuestas y adaptaciones a lo prescrito, y mostrándoselo a la persona, llevando a cabo un seguimiento que pueda ser fácil de discriminar por parte del entrenado en cualquier momento del proceso de entrenamiento, será mucho más fácil que esa persona se vaya “enganchando” al ejercicio —la ansiada adherencia—. Pues sabemos que la continuidad a largo plazo es uno de los determinantes más influyentes en la consecución de cualquier objetivo relacionado con el ejercicio físico y la salud, y su mantenimiento en el tiempo. Procuremos la independencia, no la dependencia!

Sin entrar en aspectos subjetivos, los cuales también tienen una relevancia igual o mayor que lo descrito, que una persona sepa —comprobándolo de manera tangible—, que lo que está haciendo le está produciendo una serie de beneficios tanto estéticos, de composición corporal, como de mejoras neuromusculares y rendimiento cardiorrespiratorio y funcional (fuerza, resistencia, velocidad, agilidad, etc.), y fisiológicos (mejoras en marcadores biométricos como analíticas de sangre, orina, metabolismo, etc.), hace que se produzca una retroalimentación que mantiene el círculo de la motivación dentro de ese proceso.

No te conformes a vivir con dolor!

Entrenamos para la vida!

sábado, 22 de diciembre de 2018

"El secreto del cuidado del paciente es el cuidado del paciente”, el AUTOCUIDADO

Acaba de publicarse la “Standards of Medical Care in Diabetes—2019”, http://care.diabetesjournals.org/content/diacare/suppl/2018/12/17/42.Supplement_1.DC1/DC_42_S1_Combined_FINAL.pdf, una guía anual que va actualizando la American Diabetes Association, y en donde se abarca desde el diagnóstico y clasificación de esta enfermedad, hasta el tratamiento y prevención —con énfasis en la gestión del estilo de vida—, pasando por la farmacoterapia, el cuidado hospitalario, y así los dieciséis capítulos del documento. Realmente, el fin último de la misma es mejorar la atención y promover la salud en la población. Para ello, sus recomendaciones se realizan en base a los niveles de evidencia (A, B, C, o E) disponibles hasta la actualidad, y con posibilidad de ampliar y seguir mejorando el conocimiento y la práctica clínica.
Aunque quizás no sea relevante, la presente guía está firmada por Matthew C. Riddle, doctor en medicina, y profesor del departamento de Endocrinología, Diabetes y Nutrición Clínica, en la Oregon Health & Science University (EE.UU.), entre otros muchos colaboradores con una dilatada experiencia y conocimiento sobre la temática.

Donde más he reparado, lógicamente, es en el capítulo 5, el de “Gestión del Estilo de Vida”, y entre otros apartados de, quizás, igual importancia, en lo referente a la alimentación y la actividad física. En el mismo, se hacen ciertas distinciones por edades y condiciones especiales como el embarazo, pero con unas reseñas generales para todos, a saber:

- Recomendaciones generales en Nutrición:

1. Promover y apoyar patrones de alimentación saludables, enfatizando una variedad de alimentos densos en nutrientes en porciones adecuadas, para mejorar la salud general y:
  • Lograr y mantener metas de peso corporal. 
  • Alcanzar objetivos glucémicos, de presión arterial y de lípidos individualizados. 
  • Retrasar o prevenir las complicaciones de la propia diabetes.
2. Abordar las necesidades nutricionales individuales basadas en las preferencias personales y culturales, la alfabetización y el conocimiento aritmético en la salud, el acceso a alimentos saludables, la voluntad y la capacidad para hacer cambios de comportamiento y las barreras al propio cambio.

3. Mantener el placer de comer al proporcionar mensajes sin prejuicios sobre la elección de alimentos.

4. Proporcionar a una persona con diabetes las herramientas prácticas para desarrollar patrones de alimentación saludables en lugar de centrarse en macronutrientes individuales, micronutrientes o alimentos individuales.

La evidencia disponible sobre patrones de alimentación, distribución de macronutrientes y planificación de comidas, sugiere que no existe un porcentaje ideal de calorías provenientes de carbohidratos, proteínas y grasas para todas las personas con diabetes. Por lo tanto, la distribución de macronutrientes debe basarse en una evaluación individualizada de los patrones actuales de alimentación, las preferencias y los objetivos metabólicos. Hay que tener en cuenta las preferencias personales (por ejemplo, tradición, cultura, religión, creencias y objetivos de salud, economía), así como los objetivos metabólicos cuando trabaje con individuos para determinar cuál es el mejor patrón de alimentación para ellos. Es importante que todos los miembros del equipo de atención médica conozcan los principios de la terapia de nutrición para personas con todo tipo de diabetes y apoyen su implementación. Se debe hacer hincapié en los patrones de alimentación saludables que contienen alimentos densos en nutrientes, con menos atención a nutrientes específicos. Una variedad de patrones de alimentación son aceptables para el tratamiento de la diabetes, y una referencia a un Dietista o Diestista-Nutricionista es esencial para evaluar el estado nutricional general del paciente y para trabajar en colaboración con él, creando un plan de comidas personalizado que considere el estado de salud, las habilidades, los recursos, las preferencias alimentarias y las metas de salud de la persona para coordinar y alinearse con el plan de tratamiento general, incluida la actividad física y la medicación.

- Recomendaciones generales de Actividad Física:

La actividad física es un término general que incluye todo movimiento que aumenta el uso de energía y es una parte importante del plan de control de la diabetes. El ejercicio es una forma más específica de actividad física que está estructurada y diseñada para mejorar la condición física. Tanto la actividad física como el ejercicio son importantes.

1. Los niños y adolescentes con diabetes o prediabetes tipo 1 o tipo 2 deben participar en una actividad aeróbica de intensidad moderada o vigorosa durante 60 minutos/día o más, con actividades de fortalecimiento muscular al menos 3 días/semana.

2. La mayoría de los adultos con diabetes tipo 1 y tipo 2 deben participar en 150 minutos o más de actividad aeróbica de intensidad moderada a vigorosa por semana, distribuida en al menos 3 días por semana, con no más de 2 días consecutivos sin actividad. Las duraciones más cortas (mínimo de 75 min/semana) de entrenamiento de intensidad vigorosa o de intervalo pueden ser suficientes para individuos más jóvenes y con mejor condición física.

3. Los adultos con diabetes tipo 1 o tipo 2 deben participar en 2–3 sesiones/semana de ejercicio de fuerza en días no consecutivos.

4. Todos los adultos, y especialmente aquellos con diabetes tipo 2, deben disminuir la cantidad de tiempo que pasan en el comportamiento sedentario diario. Se debe interrumpir la sesión prolongada cada 30 minutos para obtener beneficios de glucosa en la sangre, especialmente en adultos con diabetes tipo 2.

5. Se recomienda el entrenamiento de flexibilidad y el entrenamiento del equilibrio 2–3 veces/semana para adultos mayores con diabetes. El yoga y el tai-chi se pueden incluir según las preferencias individuales para aumentar la flexibilidad, la fuerza muscular y el equilibrio.

  • Frecuencia y tipo de actividad física: 
La actividad física es un término general que incluye todo movimiento que aumenta el uso de energía y es una parte importante del plan de control de la diabetes. El ejercicio es una forma más específica de actividad física que está estructurada y diseñada para mejorar la condición física. Tanto la actividad física como el ejercicio son importantes.

1. Las personas con diabetes deben realizar ejercicios aeróbicos y de fuerza con regularidad. Las sesiones de actividad aeróbica deberían durar al menos 10 minutos, con el objetivo de: 30 minutos/día o más, la mayoría de los días de la semana para adultos con diabetes tipo 2. Se recomienda el ejercicio diario, o al menos no dejar pasar más de 2 días entre sesiones de ejercicio, para disminuir la resistencia a la insulina, independientemente del tipo de diabetes. Con el tiempo, las actividades deben progresar en intensidad, frecuencia y/o duración hasta al menos 150 min/semana de ejercicio de intensidad moderada. Los adultos que pueden correr a 6 millas/h (9.7 km/h) durante al menos 25 min pueden beneficiarse suficientemente de la actividad de menor intensidad (75 min/semana). Muchos adultos, incluyendo a la mayoría con diabetes tipo 2, no podrían o no estarían dispuestos a participar en un ejercicio tan intenso y deberían realizar ejercicio moderado durante el tiempo recomendado.

2. Los adultos con diabetes deben participar en 2–3 sesiones/semana de ejercicio tipo resistido —de fuerza— en días no consecutivos. Si bien el entrenamiento de resistencia más pesado con pesas libres y las máquinas de pesas pueden mejorar el control glucémico y la fuerza, se recomienda un entrenamiento de resistencia de cualquier intensidad para mejorar la fuerza, el equilibrio y la capacidad de participar en actividades de la vida diaria. Se debe ayudar a los pacientes a establecer metas paso a paso hacia el cumplimiento de los objetivos de ejercicio recomendados.

3. La evidencia reciente apoya que todas las personas, incluidas las que tienen diabetes, deben alentarse a reducir la cantidad de tiempo que pasan siendo sedentario (p. ej., trabajar con el ordenador, ver televisión, etc.) dividiendo los episodios de actividad sedentaria (0,30 min) al pararse brevemente, caminar o realizar otras actividades físicas ligeras. Evitar los períodos sedentarios prolongados puede ayudar a prevenir la diabetes tipo 2 para las personas en riesgo y también puede ayudar en el control glucémico para las personas con diabetes.

4. Una amplia gama de actividades, que incluyen yoga, tai-chi y otros tipos, pueden tener impactos significativos en la A1C (Hemoglobina Glicosilada), la flexibilidad, la fuerza muscular y el equilibrio. Los ejercicios de flexibilidad y equilibrio pueden ser particularmente importantes en adultos mayores con diabetes para mantener el rango de movimiento, fuerza y ​​equilibrio.

Entrenamos para la vida!

viernes, 21 de diciembre de 2018

Los mitos se desvanecen: hacia una nueva realidad en el entendimiento y abordaje del dolor de espalda

Me emociono al leer este tipo de textos: estudios que hacen reblandecer las consignas de evitación y catastrofismo para el dolor de espalda. Lo siento a quien le pese, pero los mitos se desvanecen aunque haya quien siga insistiendo en lo absurdo. Yo hace tiempo que lo tengo claro: ante el dolor de espalda, y para la mayoría de patologías, hay que COGER PESOS, sí, es obligatorio, pero es necesario tener una buena musculatura que ayude a cogerlos. ¿Y cómo se gana musculatura? Pues sí, cogiendo pesos, con unas cargas determinadas (intensidad, volumen, densidad, frecuencia, etc.), y con una alimentación afín. No hay que tenerle miedo al MÚSCULO, es nuestro aliado —un órgano de primera magnitud—, y no solo para lucir en la playa…

Centrándome en los artículos de JP Caneiro, Peter O´Sullivan, y colaboradores, y valiéndose de una sesuda bibliografía de McGill, Nachemson, Moseley, entre otros, y a la que todo el mundo puede acceder si así lo desea para sacar sus propias conclusiones, postulan cómo las creencias sobre coger pesos con la espalda doblada, en flexión, son más perjudiciales que beneficiosas. Los autores utilizan los sinónimos de sesgos implícitos y sesgos explícitos, y exploran las correlaciones de estos con el miedo al movimiento —kinesiofobia—, y cómo la gente modifica su comportamiento natural al tener que coger pesos. Evaluation of implicit associations between back posture and safety of bending and lifting in people without pain. Caneiro JP, et al. Scand J Pain. 2018. https://www.degruyter.com/view/j/sjpain.2018.18.issue-4/sjpain-2018-0056/sjpain-2018-0056.xml

Por otro lado, otro artículo también publicado en la misma revista, la Scandinavian Journal of Pain, https://www.degruyter.2018.18.issue-4/sjpain-2018-0302/com/view/j/sjpain.sjpain-2018-0302.xml, por el profesor Jens Ivar Brox, y en referencia del primer artículo, expone lo que podríamos denominar como “la paradoja del leñador”. Hoy en día, los trabajos manuales de la industria forestal son reemplazados por grandes máquinas, y los problemas musculoesqueléticos no se han visto reducidos; no encontrándose diferencias para los trastornos de dolor lumbar entre los trabajadores que manejan las máquinas y los que trabajan manualmente. Así mismo, argumenta que la columna vertebral es una unidad fuerte y estable perfectamente adaptada para tolerar las actividades diarias. El raquis está formado por elementos fuertes como vértebras, discos, articulaciones, ligamentos y músculos. Las estructuras normalmente se degeneran durante la vida adulta y una actividad demasiado escasa o excesiva puede aumentar la degeneración. En ocasiones, la degeneración puede estar asociada con dolor y discapacidad, pero en general la asociación es débil.
De los estudios en los leñadores hemos aprendido que los muslos, los cuádriceps y musculatura sinérgica, y no la columna vertebral son el eslabón débil durante el trabajo físico duro, incluido el levantamiento. Además, las creencias de los proveedores de atención médica —médicos, enfermeros, etc.— sobre el levantamiento y la actividad física deben evaluarse mejor, en particular, cómo interactúan sus creencias con el asesoramiento y el tratamiento proporcionado. Se puede suponer que si la actividad física diaria se percibe como peligrosa, estas actividades se evitan. Tales creencias pueden influir en los períodos de baja y tener consecuencias económicas para la salud. ¡Sale caro creer en las mentiras!

Ya para completar la liberación mental que supone el último párrafo, sugiero encarecidamente la lectura pausada y con la mente serena de un estudio del 2013, publicado en la British Medical Journal, por un tocayo, Ivan B. Lin, titulado “Disabling chronic low back pain as an iatrogenic disorder: a qualitative study in Aboriginal Australians”. http://bmjopen.bmj.com/content/3/4/e002654. Puede que haya que leerlo dos o tres veces, pero este interesante estudio sobre el CLBP (Dolor Crónico de Espalda Lumbar), realizado con personas aborígenes de Australia, muestra evidencia del poder de la palabra, es decir, cómo lo que se dice por parte de la comunidad médica puede derivar en una sugestión social. Al influenciar o perpetuar creencias negativas, existe el potencial de que los profesionales de la salud tengan un impacto nocivo en el trastorno de sus pacientes. Estas creencias o percepciones erróneas alimentan el miedo al movimiento, potenciando la fragilidad y con ello la discapacidad.
El modelo biopsicosocial, esto es, una suerte de amalgama de influencias biológicas, psicológicas y socioculturales tienen un peso importante en el impacto socioeconómico de esta situación. Además, el fracaso de los enfoques biomédicos, atribuyendo dolor a la vulnerabilidad estructural y anatómica de la columna vertebral, a las pruebas de imagen radiológicas, y similares, para el cuidado de la lumbalgia crónica, es evidente.

El dolor de espalda es algo complejo, por supuesto. Pero la percepción que de ella se tiene debe cambiar; para ello, la educación es clave. El desafío para la comunidad médica, y todos los profesionales de la salud implicados, que trabajan con personas con dolor de espalda es mejorar la comunicación, influyendo positivamente en las creencias sobre el dolor lumbar y sus consecuencias futuras, aumentando la resistencia a la discapacidad.
Entonces, ¿es realmente peligroso levantar pesos con la espalda doblada? Pues parece ser que no; pero también puede ser que sí. Indudablemente habrá que hacer las matizaciones pertinentes para no caer en reduccionismos ambivalentes y desafortunados, que lo único que hacen es confundir a la población —profesionales incluidos—.
Lo que sí parece más peligroso es la expansión de ese tipo de creencias de que la espalda es débil, que hay que tener cuidado, que hay que levantar los pesos con la espalda recta, etc. Y no, la espalda (raquis, columna, etc.) no es débil, más bien todo lo contrario. No tengan miedo en coger pesos, pero cójanlos bien. Fortalezcan toda la musculatura y trabajen los gestos naturales del cuerpo, mejorando los movimientos para que sean lo más biomecanicamente eficiente posible. Se evitarán sustos!

Entrenamos para la vida!

jueves, 20 de diciembre de 2018

Seamos ese cambio que queremos ver en el mundo

La reducción de peso graso puede tener beneficios evidentes en la salud. Si lo acompañamos de ejercicio físico, donde combinemos adecuadamente el trabajo de fuerza y el cardiorrespiratorio, y mejoremos nuestros hábitos alimenticios, buscando la sostenibilidad a largo plazo, y su anclaje a un estilo de vida más sano o más respetuoso con nosotros mismos, tendremos el cóctel perfecto para mejorar y mantener nuestra salud y poder disfrutar de la vida como se merece. Pero, claro, nadie dijo que iba a ser un camino de rosas —la vida no lo es—. No podemos estar dependiendo constantemente de la fuerza de voluntad, eso es apuntar al fracaso. Hoy en día no existe tal fuerza de voluntad para ciertas cosas: disponemos de todos los productos a nuestro alcance inmediato. Vivimos en un entorno obesogénico al que nuestro organismo se adapta respondiendo con la obesidad: un constructo humano que aún no hemos comprendido del todo. Por ejemplo, se diagnostica, pero el diagnóstico plantea el problema pero no la solución. Es necesaria su correcta interpretación, claro, pero más importante son las decisiones que tomemos: manejar estrategias que se conviertan en hábito; convertir lo inconsciente en consciente, y que la corrección se convierta en un hábito inconsciente. Es la neurociencia cognitiva social y conductual; el conocimiento del cerebro, y la psicología, puesto a nuestro favor, y no en nuestra contra, como se hace desde tiempos inmemoriales, e inmemoriables, pues es en la infancia donde hay que poner más énfasis: cuando la consciencia de los actos está abrigada por lo instintivo de nuestro cerebro más primitivo —“adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta”.
Tengo grabadas las palabras que el ilustre cardiólogo Valentín Fuster dijo en una entrevista que le hicieron: “Las iniciativas dirigidas a niños son una excelente inversión de futuro, porque a esas edades aún están a tiempo de adquirir unos hábitos de vida saludables y una visión del mundo que les permita liderar un cambio y construir una sociedad mejor. No se trata de tomar chocolate negro o espárragos o adoptar una medida concreta. Es todo un conjunto educativo que lleva a priorizar la salud. Es decir, hay que promover la salud y no tanto prevenir la enfermedad”.
No seamos nosotros —los adultos: padres, tíos, abuelos, y demás familia— quienes fomentemos y potenciemos las recompensas negativas, las chucherías, las galletas, la bollería, los cereales refinados, los polvos de cacao azucarados y chocolates varios, los refrescos y zumos, los aceites de baja calidad, las margarinas, las salchichas, y demás comestibles. Es crítico asumir esta responsabilidad!

¿Sabíais que muchas civilizaciones antiguas no reconocían el color azul? No lo reconocían porque ni lo aprendieron ni lo necesitaban. "¿Quién dice que el cielo y el mar son azules? ¿Acaso son del mismo color?”. Se pregunta el psicólogo y especialista en psicología cognitiva y neuropsicología de la Universidad de Londres, Jules Davidoff. Se pueden ver los innumerables trabajos de investigación que ha llevado a cabo, juntos con sus colaboradores, en esta fantástica página con los enlaces correspondientes https://www.gold.ac.uk/psychology/staff/davidoff/
No necesitamos de esos productos!

En la lucha contra las enfermedades culturales —y la obesidad lo es—, no queda otra que cambiar y controlar el entorno, para no tener que depender la fuerza de voluntad que no tenemos. Nuestro organismo es una máquina infalible de eficiencia, de adaptación. El otro día le escuchaba decir al médico cardiólogo argentino, Daniel Flichtentrei, que “el 90% de la herencia genética es adquirida”, mediada por la relación con el entorno, lo que se conoce como epigenética; correspondiéndose con la interacción entre el genoma, el medio ambiente, la nutrición, la actividad física, los horarios de sueño, los niveles de estrés, y la conducta o estilo de vida; algo de lo que da buena cuenta todo el trabajo de investigación llevado a cabo por el doctor José María Ordovás, rescatando algunas de sus aseveraciones como que "Los factores epigenéticos se pueden transmitir de una generación a la siguiente y a la siguiente. Teniendo en cuenta que la epigenética está influida en gran medida por los hábitos de vida, entre ellos la nutrición, es pues muy importante el considerar que nuestro estilo de vida puede afectar la salud de varias generaciones". Él hace hincapié en que somos producto de la evolución. Generación tras generación se van produciendo mutaciones genéticas. Hemos navegado entre períodos de escasez de alimentos y de hambruna que hemos sufrido antaño, donde se produjeron una serie de adaptaciones por presión selectiva, predisponiéndonos hacia un metabolismo ahorrador y cómo eso choca de lleno con la situación más actual de los países desarrollados o en vía de desarrollo, produciendo una serie de enfermedades como son la propia obesidad, la diabetes, etc. Actualmente, las costumbres de los pueblos se han globalizado, y eso ha influido, de manera irremediable, en los hábitos alimentarios de los individuos y de la sociedad en su conjunto.

Lo siento, pero hemos basado las recomendaciones dietéticas en datos erróneos, y eso lo estamos pagando en la actualidad. Hay que mirar con otras lentes!

Pero, hay esperanza! Soy defensor activo de que se puede entrenar el cerebro. Se sabe que la obesidad se asocia con una hiperactivación de los circuitos del sistema de recompensa del cerebro en favor de la comida calórica e hiperpalatable, produciendo ciertos cambios en áreas del cerebro relacionadas con el aprendizaje y la adicción. Entonces, por qué no redirigirlo en la otra dirección?
Al igual que se está estudiando de manera excelsa como podemos reeducar al cerebro en los casos de dolor crónico, como en ciertas alteraciones de sensibilización central y periférica: migraña, fibromialgia, síndrome de intestino irritable, etc., también se está haciendo lo propio con los trastornos alimenticios y, en este caso, en la reversión hacia una alimentación más natural. Haciendo una conexión con estos dos paralelismos, es necesario conocer el trabajo de Lorimer Moseley, “La educación del modelo de sensibilización central se basa en el aprendizaje profundo —destinado a reconceptualizar el dolor— basándose en la suposición de que se producirán respuestas cognitivas y conductuales apropiadas cuando el dolor se considere menos peligroso. Se requiere una educación detallada en fisiología del dolor para reconceptualizar el dolor y convencer al paciente de que la hipersensibilidad del sistema nervioso central en lugar del daño tisular local es la causa de los síntomas que presenta”.
Ahora, hagamos los cambios pertinentes en el texto y, entre otros, cambiemos la palabra dolor por la palabra apetito o hambre. Podemos llevarlo a la práctica?
Sí, sensibilidad, hipersensibilidad hacia patrones de alimentación más naturales, más saludables, en detrimento de los más perniciosos. Debemos salir del circulo vicioso, romper los eslabones de los comestibles basura antes mencionados. Así mismo, es crítico asumir la responsabilidad de cocinar, de moverte, de ir al gimnasio y hacer ejercicio. Pero has de saber, por cierto, que siempre será una tarea inacabable e inalcanzable. Deberás estar toda la vida luchando con el cambio de comportamiento adquirido. Y eso pasa por hacerte responsable de ti mismo, de tus decisiones —actos y omisiones—. Resulta capital que aceptes el momento presente —y tu pasado—. Acepta tu cuerpo ahora. Mírate al espejo, por favor. Acepta tu situación, la que sea, pero haz algo para mejorarla. Rompe con la imagen distorsionada que tienes de ti mismo. Hazle ver a los demás que no eres quien piensan que eres, o sí. Busca el crecimiento personal, ser una mejor persona. Tienes que persuadirte de que eres capaz. Convencerte de tus capacidades, de tus aptitudes, y, sobretodo, de tus actitudes. Toma el control de tu vida, del presente y de tu futuro. No esperes a que pase algo que necesite un cambio radical. Hazlo ahora y disfruta de tu libertad. Nadie lo va a hacer por ti!
También deberás ser consciente de que no hay milagros, no hay atajos, no hay camino fácil. Apéate de ello! Las cosas sencillas son las que mejor resultado suelen dar: conseguir lo máximo con lo mínimo. Puedes hacer mucho al respecto, podemos hacer mucho al respecto!

¿Piensas que exagero? Solo mira a tu alrededor... ¿Qué come la gente? ¿Qué comes? ¿Qué bebes? ¿Qué ves en la televisión? ¿Qué lees? ¿Qué haces? ¿Qué piensas? ¿Qué haces?

Con la información que tenemos, con todos los datos en la mano, no podemos seguir insistiendo en intervenciones y mensajes reduccionistas —iatro y psico macaneos, como dice el físico y filósofo Mario Bunge—, más que nada porque aún son mucho mayores los datos de los que carecemos. En nutrición, el todo es mayor que la suma de las partes, por eso hay que tratarla como un componente integrado dentro de todo un estilo de vida, el cual está influenciado por muchísimos factores que funcionan de manera sinérgica, por supuesto, pero, en mi opinión, estamos errando tanto si derivamos hacia los extremos —dieta cetogénica, vegetariana, etc.—, como si simplificamos demasiado, lo cual no va reñido con hacerlo sencillo.
Pero, lo que no estamos haciendo, hoy por hoy, de manera general, es cumplir con las recomendaciones de una dieta habitual adecuada, la que, por cierto, incluye productos de origen animal, como carnes magras sin procesar, que nos aportan proteínas de calidad con alto contenido en aminoácidos esenciales, vitaminas y minerales. Un consumo semanal de 3-4 raciones, junto con la alternancia de pescados salvajes, de captura —blancos y azules—; de huevos y lácteos, en cantidades óptimas —y de la calidad—; junto con las raciones de frutas, hortalizas y verduras, frutos secos, granos integrales, semillas, y legumbres; y no excediéndose de las recomendaciones de azúcar añadido, el sodio y la grasa saturada, garantizan las ingestas necesarias para todo lo mundo. A partir de ahí, según las necesidades de cada uno, por el tipo de trabajo y deporte realizado, habrá que acondicionar la dieta a esos requerimientos.

Aprovecho para compartir una serie de artículos que ayuden a entender un poco más lo que estamos generando en nuestro cerebro, y en nosotros mismos…
  • Greater Corticolimbic Activation to High-Calorie Food Cues after Eating in Obese vs. Normal-Weight Adults. Anastasia Dimitropoulos, et al. Appetite. 2011. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3264811/
  • Comparison of Weight Loss Among Named Diet Programs in Overweight and Obese Adults. Bradley C. Johnston, et al. JAMA. 2014. https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/1900510
  • Calorie information and dieting status modulate reward and control activation during the evaluation of food images. Andrea L. Courtney, et al. PLoS One. 2018. https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0204744
  • Exploring the consumption of ultra-processed foods and its association with food addiction in overweight children. Filgueiras AR, et al. Appetite. 2018. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/30439381
  • Consumption of ultra-processed foods and body fat during childhood and adolescence: a systematic review. Caroline Santos Costa, et al. Public Health Nutr. 2018. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28676132
  • Excessive body fat linked to blunted somatosensory cortex response to general reward in adolescents. Juan Francisco Navas, et al. International Journal of Obesity. 2018. https://www.nature.com/articles/ijo2017207

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Entrenamos para la vida!

En el año 2007, Philippe Vandenbroeck, Jo Goossens y Marshall Clemens, dentro del proyecto "Foresight Tackling Obesities", desarrollaron una herramienta visual denominada "Obesity System Influence Diagram", http://www.shiftn.com/obesity/Full-Map.html, y adoptada por el gobierno británico como base para dar solución al problema de la obesidad, algo que suma a la posterior infografía de Nikhil Dhurandhar —presidente de la Obesity Society—, titulada “Potential contributors to Obesity”, y presentada en la ObesityWeek de Los Ángeles (EEUU), en el 2015, de la que pude hacer una reseña hace unos meses en mi página de facebook, https://www.facebook.com/ivanrf83/posts/10212688506503967.

La idea era proporcionar una visión sistémica de la multiplicidad de factores que contribuyen a la epidemia de obesidad, pues detrás de esta respuesta del organismo, se encuentra una compleja red de factores de influencia positiva y negativa que vinculan las variables en una red de relaciones causales. Estas van desde la psicología y la fisiología individuales, hasta la cultura y la economía de la producción de alimentos, el consumo de los mismos, las actitudes hacia la actividad física y la estructura del entorno construido en las ciudades, hogar familiar, etc. El objetivo es ayudar al gobierno —y a la comunidad— a desarrollar e implementar respuestas sostenibles a un problema que tiene, y tendrá, profundas consecuencias a largo plazo para la salud y el bienestar de millones de personas, y mayores costes para el presupuesto sanitario y la economía en general, realizándose una prospección activa y dinámica, y fijándose una fecha clave para el año 2050, para comprobar el alcance de todas las medidas adoptadas.
El proyecto ha reunido evidencia y experiencia de disciplinas académicas tan diversas como la epidemiología, la ciencia de los alimentos, la genética, la psicología y la sociología, y de profesionales y organizaciones interesadas dentro y fuera del gobierno.

En el trabajo de campo, en el día a día, durante un entrenamiento en el gimnasio, un cliente me ha estado hablando de un libro que está leyendo —lo que me ha ayudado a decidirme a terminar este texto—, y me ha recalcado algo que, a mi parecer, resulta capital y que tiene muchísima relación con la infografía que comparto acerca de la obesidad y todas las alteraciones y enfermedades relacionadas con ella, que no son pocas.

Él hablaba de la variedad de niveles que engloban la vida de una persona y, por ende, de la sociedad en la que vive, y de todas las personas que la forman; dificultando o facilitando el "cambio", o más bien mejoras, que pretendemos realizar en nuestras vidas cuando nos damos cuenta de que algo no va bien y que no queremos seguir así. A saber:
  1. Entorno
  2. Comportamiento
  3. Capacidad
  4. Valores y Creencias
  5. Identidad
  6. Nivel Espiritual
Supongo que no hará falta explicar cada uno de los conceptos enumerados, además de que este texto se haría demasiado largo. Llamadme loco, pero tampoco creo que haga falta explicar qué relación hay entre el diagrama compartido y lo que la persona me explicaba, pues resulta obvio la relación interdependiente, incluso formando parte de lo mismo, siéndolo aún sin serlo. Pero aunque no haga falta explicarlo, aquí dejo unos cuantos artículos leídos en los últimos meses que, por otro lado, todo el mundo debería conocer y, sobre todo, aplicar, adaptando cómo y cuándo corresponda. Y sabiendo algo: aunque se escriba en prosa o en poesía, lo único importante es atender a la fisiología:

  • Metabolically healthy versus metabolically unhealthy obesity. Carla Lacobini, et al. Metabolism. 2018. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0026049518302488 
  • Metabolically healthy obesity: epidemiology, mechanisms, and clinical implications. Norbert Stefan, et al. Lancet Diabetes Endocrinol. 2013. https://www.thelancet.com/journals/landia/article/PIIS2213-8587(13)70062-7/fulltext
  • Metabolically Healthy Obese and Incident Cardiovascular Disease Events Among 3.5 Million Men and Women. Rishi Caleyachetty, et al. J Am Coll Cardiol. 2017. http://www.onlinejacc.org/content/70/12/1429 
  • The Metabolic Phenotype in Obesity: Fat Mass, Body Fat Distribution, and Adipose Tissue Function. Gijs H Goossens. Obes Facts. 2017. https://www.karger.com/Article/FullText/471488
  • Evolving evidence about diet and health. Andrew Mente, Salim Yusuf. Lancet. 2018. https://www.thelancet.com/journals/lanpub/article/PIIS2468-2667(18)30160-9/fulltext
  • The Physical Activity Guidelines for Americans. Piercy KL, et al. JAMA. 2018 Nov 20;320(19):2020-2028. https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2712935 
  • Effects of exercise on obesity-induced mitochondrial dysfunction in skeletal muscle. Jun-Won Heo, et al. Korean J Physiol Pharmacol 2017;21(6):567-577. https://doi.org/10.4196/kjpp.2017.21.6.567
  • Exercise Promotes Healthy Aging of Skeletal Muscle. Cartee GD, et al. Cell Metab. 2016. https://www.cell.com/cell-metabolism/fulltext/S1550-4131(16)30225-X 
Con todo, y mucho más, quizás esté claro que la obesidad no se soluciona solo con actividad física y dieta —el diagrama presentado da buena fe de todas las variables interdependientes—, pero estos son dos de los factores en los que más podemos influir —cambiemos actividad física por ejercicio físico; cambiemos dieta por nutrición—. De manera individual, y de cara a nuestro entorno más cercano, podemos hacer infinitamente más por la salud propia y la de nuestros congéneres, de lo que harán jamás desde cualquier institución.

Por otro lado, entre mis apuntes tengo un documento de la OMS (WHO, por sus siglas en inglés), escrito en el 2013 por Philip James, ex-director técnico de la misma organización, http://www.who.int/bulletin/volumes/91/8/13-030813.pdf, donde, entre otras cosas, manifiesta lo siguiente: “La obesidad no es solo un problema de los adultos "autocomplacientes", sino también de las personas que vivían en países de ingresos bajos y medios, y que este era el mayor problema de salud pública no reconocido en el mundo con características epidémicas. Hoy en día existe una gran cantidad de evidencia que demuestra que el aumento de peso y la obesidad tienen consecuencias desastrosas en países donde la malnutrición ha sido común en los últimos 50 o 60 años. Con la globalización de la industria alimenticia, las compañías multinacionales se enfocan en las ganancias de sus próximas décadas, lo que ellos llaman el "Tercer Mundo" y estos países están siendo abrumados. En algunos de estos países, la basura que come la gente es atroz y la manipulación de la gente pobre es indescriptible. La producción agrícola de exceso de grasas y azúcares también ha sido subsidiada por los gobiernos durante medio siglo por una suma de billones de dólares. La política agrícola común en la Unión Europea y las políticas agrícolas de los Estados Unidos han distorsionado el precio relativo de las frutas y verduras, el azúcar y las grasas, de modo que si eres pobre no puedes permitirte muchos tipos de frutas y verduras. Y, a medida que aumenta la desigualdad, su impulso principal es obtener las calorías más baratas posibles. Necesitamos un enfoque de todos los gobiernos en el que participen muchos sectores. No hay ayuda ni esperanza a menos que los gobiernos acepten que tienen que intervenir y establecer nuevos criterios. La idea de persuadir a una población para que cambie su comportamiento frente a esta embestida de marketing industrial es contraria a todo lo que sabemos sobre el comportamiento cerebral. Las campañas de medios sociales y tradicionales financiados con fondos públicos son inútiles cuando se enfrentan con una de las industrias más grandes y poderosas del mundo. Las medidas fiscales tienen un efecto marcado, siempre que haga que el aumento de precios sea explícito y apreciable. Prohibir las grasas trans es uno de los métodos más rentables para librar a la cadena alimentaria de estos peligros producidos industrialmente; prohibir las ventas de alimentos y refrescos que pueden generar discapacidad y muerte prematura en todos los locales públicos, como hospitales y escuelas; potenciar la agricultura local que pueda proporcionar alimentos apropiados de alta calidad en un entorno en el que tenga opciones múltiples y saludables.
Se debería proteger a los más jóvenes. Los adolescentes son el principal objetivo de las compañías de tabaco, alcohol y comida rápida porque, como lo demuestran las últimas investigaciones, el cerebro humano solo puede tomar decisiones que controlan las respuestas emocionales primigenias a comienzos de los 20 años de edad”.

Y a qué viene todo esto? Viene a que tenemos una responsabilidad con nosotros mismos, y para nuestro entorno más inmediato (amigos, familia, hijos, etc.) —“Si no te gusta lo que cosechas, analiza y cambia lo que siembras”—. Sé que la realidad de cada persona va aún más allá, pero parafraseando al gran pensador y activista indio, Mahatma Gandhi, “Si pudiéramos cambiarnos a nosotros mismos, las tendencias en el mundo también podrían cambiar. Tal y como un hombre es capaz de transformar su propia naturaleza, también cambia la actitud del mundo hacia él. No necesitamos esperar a ver lo que hacen los demás”. La transformación personal y la social han de ir de la mano; nunca es suficiente con el cambio del individuo, todo lo contrario; sólo un grupo de personas trabajando juntas con disciplina y persistencia podrá ser capaz de combatir la injusticia, y mejorar su entorno. Sé el cambio que quieres ver en el mundo!

Aunque a mí nunca me gustaron demasiado los anglicismos, siempre y cuando haya los significantes correspondientes en el idioma pertinente, en los últimos años se puso muy de moda el “coaching”, y este, con mayúsculas, implica “ayudar a las personas a lograr con eficacia objetivos a distintos niveles, enfatizando el cambio generativo, concentrándose en reforzar la identidad y los valores, abarcando el cambio de comportamiento”, tal y como se recoge en el libro de Robert Dilts, “Coaching: herramientas para el cambio”. Donde se da buena cuenta de los niveles de aprendizaje y el potencial cambio en individuos y organizaciones. Para ello es muy importante que la persona se siente protagonista. Y ahí tenemos un papel muy responsable todos los profesionales implicados —de alguna u otra manera todos somos coaching—. Ya desde la infancia, y dentro de las posibilidades de cada familia, es crítico alejarse de entornos alimenticios tóxicos. La obesidad, así como otras alteraciones, se puede considerar como una enfermedad cultural, y cultura y educación es lo que hace falta para combatirla.

Aún a sabiendas de que no hay ejercicio que pueda paliar una mala alimentación, y que esta posiblemente genera más enfermedades que la inactividad física, y que seguramente la inactividad física no sea causal del estado de obesidad, es palpable que una buena nutrición multiplica, pero el ejercicio físico —en su dosis óptima— eleva a la potencia. Hay que poner el foco de atención en el entrenamiento físico, pues compruebo mes a mes, año tras año, que resulta imperativo centrarse más en lo que la persona gana, atendiendo a lo que no se ve —lo que nos pasa por dentro— y de lo que deberíamos conocer más profundamente —fisiología—, que en lo que pierde, aunque sea grasa.

Vale, Iván, pero qué propones desde tu ridículo radio geográfico de alcance que se reduce a la iniciativa de personas que van al gimnasio y que quieren hacer mejor las cosas? En qué podemos inferir de manera directa? Realmente somos responsables de nuestras decisiones? De verdad que tenemos tanta responsabilidad hacia los demás? Es tan grave que coma y beba tal o cual producto? Seguro que eso del entrenamiento me va a hacer tanto bien?
En primer lugar propongo que dejemos de hacer preguntas sin sentido que no conducen a nada mejor, y hagamos las preguntas pertinentes. Es de locos pretender seguir haciendo lo mismo de siempre, aún con otro envoltorio, y obtener resultados diferentes. Por otro lado, invirtamos mucho más esfuerzo en lo psicológico. Me parece clave hacer un trabajo encomiable de información veraz y entendible, todo lo contrario a este exordio que estoy soltando.

En segundo lugar, y en mi opinión, donde más hay que incidir, puesto que es nuestro campo de actuación directa y para lo que deberíamos ser competentes como preparadores físicos y entrenadores de fuerza y acondicionamiento físico, junto con la ponderación inteligente que consiga la adherencia de cada persona a las propuestas y recomendaciones presentadas, y sin perder el foco de lo fisiológico, se deberán diseñar programas donde realmente se desarrollen la fuerza, resistencia y elasticidad neuromuscular, así como su funcionalidad y coordinación, paralelamente al desarrollo del sistema cardio-respiratorio, es decir, mejorar la condición psicofísica motriz general. Indudablemente, el control del porcentaje de grasa corporal y la mejora y mantenimiento de la masa muscular actual, son objetivos que deberán ser abordados convenientemente, a razón de las pautas nutricionales pertinentes. En este apartado, aunque los beneficios de reducir el peso graso corporal en un espacio de tiempo lógico, son evidentes, nuestro objetivo no es el peso, sería un error centrarse exclusivamente en lo que dice la báscula, pues a veces con la pérdida de peso estamos perdiendo salud, paradójicamente. El peso solo es un dato más de referencia. La báscula no diferencia cambios en la composición corporal (grasa, agua, músculo, etc.), ni en qué condición física estás. Verdaderamente, todos los esfuerzos irán dirigidos a mejorar tu estado de nutrición mediante una correcta alimentación, ejercicio y el descanso adecuado, repercutiendo muy positivamente en tu salud, rendimiento y bienestar a largo plazo. Nuestra finalidad será el cambio hacia una alimentación más sana —y más respetuosa con nuestro organismo—; una actividad física diaria, con una frecuencia semanal coherente, y la eficiencia en el tiempo invertido al ejercicio físico, buscando la dosis mínima eficaz que produzca los estímulos fisiológicos necesarios e imprescindibles para mejorar, de verdad, nuestra condición física y nuestra salud.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Fibras Nerviosas No Nociceptivas acariciando Fibras Nerviosas Nociceptivas...

La semana pasada tuve un caso agudo de una persona con lumbago —no es un caso aislado, hay muchas más personas con dolencias similares—. He de decir que llevamos casi un año entrenando juntos y, anteriormente a entrenar conmigo en el gimnasio, llevaba bastante tiempo con dolor persistente, lumbalgias recurrentes, e infiltraciones de corticoides. Y desde que entrenamos jamás había tenido molestias.
En todo este tiempo estuvimos siguiendo los programas diseñados, dos días por semana, con muy buena aceptación y, sobre todo, con muy buenos resultados. Podría hablar largo y tendido y desmenuzar con detalle cada unidad de entrenamiento, cada bloque de trabajo, etc., pero no es el objetivo de este texto, aunque a quien le interese estaré encantado de explicarle y argumentarle el porqué del sistema de trabajo que uso. He escrito sistema, no método, pues métodos uso todos los habidos y por haber, y todo lo bueno que me pueda aportar cada uno.

Pero la semana pasada esta persona me escribe de que no va a poder asistir al entrenamiento que teníamos previsto porque le duele mucho la espalda y tiene miedo a que le de un latigazo y quedarse bloqueado como antaño. Y esto no ha ocurrido porque sí, o sí, quién sabe! En los últimos dos meses la carga de trabajo, estudio, viajes en coche casi todos los días por motivos laborales, una mala alimentación, etc., y toda la ansiedad que ello le producía, aún sabiendo gestionarla bien, le generó una tensión acumulativa que derivó en la fisura del eslabón más débil, en su caso la zona lumbar; ello sumado a la resta de un día menos de entrenamiento por incompatibilidad de horarios, incluso alguna semana en blanco, sin poder hacer ejercicio —sabemos que los beneficios del ejercicio se pierden cuando se deja de hacer—.

Es el cerebro el que actúa de oficio siempre! Liberando ciertas sustancias, generando dolor disfuncional. Decía Ronald Melzack que “no se necesita un cuerpo para sentir dolor”, pero tenemos un cuerpo, por suerte, un cuerpo que siente, pues es el propio cerebro, es nuestro propio ser, una unidad indivisible. Y por esto que hay que distraer al cerebro de la zona doliente: apaciguando e incluso inhibiendo el dolor —fibras nerviosas no nociceptivas acariciando fibras nociceptivas—, convirtiendo estímulos mecánicos en señales bioquímicas —mecanotransducción—, favoreciendo el trofismo mediante el movimiento, disminuyendo la incertidumbre mediante la asertividad y la escucha activa —y el poder de la palabra—.

Con los años uno aprende varias cosas; en este caso que me ocupa aprendí lo que es una realidad: que la gente necesita información —buena información—, necesita seguridad, alguien que le trasmita confianza. Y, ¿cómo se hace todo esto? Bien sencillo, aunque complejo al mismo tiempo: con Ejercicio y Educación; con ENTRENAMIENTO!

Cuando se habla de entrenar, lo importante es entrenar bien, y eso implica muchas cosas. En mi opinión, el mal entrenamiento no existe, se le llamará de otra forma, pero no entrenamiento. Por supuesto que los ejercicios “correctivos” son importantes, pero basar un programa de entrenamiento en ello, es motivar en el error. Además, mucho más importante es, no solo lo que se diga, la comunicación entrenador-entrenado, sino el cómo se diga. No se puede tratar a una persona como alguien frágil, pues seguirá siendo frágil. Hay que tratarla como lo que es, un ser humano, y, especialmente, como lo que puede llegar a ser, un ser humano en plenas condiciones psico-físicas, autónoma y capaz.

Un buen entrenador sabe cómo hacer que una persona —cualquier persona— sea cada vez más fuerte, mientras mantiene las lesiones a raya. Citando al profesor Craig Liebenson: “un entrenador debe intentar conseguir que su cliente consiga hacer lo más difícil que sea capaz de hacer de una forma correcta. La falta de ejercicio, o el ejercicio en un constante estado de confort, hará que el individuo siga siendo frágil y no consiga olvidarse del dolor”.

Es muy importante, es clave, la pedagogía del profesional ante personas con dolor crónico. Como profesionales del ejercicio físico y la salud, debemos trabajar la actitud, debemos cuidar nuestro vocabulario y nuestro lenguaje no verbal. Debemos entrenar la escucha activa, la empatía, y también la asertividad; observar patrones de movimiento defectuosos y trabajar en pro de la calidad de los movimientos. Debemos ayudar a que la persona reduzca sus miedos, la evidencia creíble de peligro, y que gane en confianza, aumentando la evidencia creíble de seguridad.

Se suele decir que somos lo que hacemos pero realmente somos lo que pensamos. Y si pensamos que nos va a doler, nos dolerá el doble. Y si pensamos que no nos va a doler, nos dolerá, seguramente, pero apaciguaremos a la bestia y cambiaremos las reglas del juego.

Entrenamos para la vida!

domingo, 25 de noviembre de 2018

Entrenamiento del Suelo Pélvico: es hora de atender a lo fisiológico y no a lo mitológico. Parte III

Como entrada a lo que voy a escribir, basado en la literatura científica más actual y rigurosa, junto con mi experiencia, y la de muchos compañeros y compañeras que nos dedicamos a esto del Entrenamiento Personal —con la inversión de tiempo y neuronas, así como conflictos con determinadas personas, que supone conocer y ver más allá de lo establecido y de las modas de turno—, huelga reseñar que la falta de evidencia científica actual, o en un momento determinado, de la efectividad de una intervención terapéutica, no significa que esta no funcione —la falta de evidencia no es evidencia de ausencia—, algo que nos debería hacer reflexionar. Es lo que diferencia la medicina basada en evidencias (MBE) o “Evidence Based Medicine” (EBM), de la medicina basada en pruebas, algo que no tiene el mismo significado, y que se suele traducir de manera errónea del inglés.

Antes de nada tenemos que ponernos en situación, y para ello nada mejor que referirnos a la última actualización de una revisión Cochrane, publicada por primera vez en 2001 y actualizada por última vez en 2014, desarrollada por Chantale Dumoulin, Licia P Cacciari, y E Jean C Hay-Smith, cuyo título “Entraînement des muscles du plancher pelvien pour l'incontinence urinaire chez la femme”, guarda un contenido exquisito para los más exigentes sobre esta temática, https://www.cochranelibrary.com/cdsr/doi/10.1002/14651858.CD005654.pub4/full/fr
Por un lado, se define la incontinencia por esfuerzo como una pérdida de orina que no se puede controlar fácilmente (o no se puede controlar) cuando se practica actividad física. Estas actividades pueden incluir tos, estornudos, actividades deportivas o cambios repentinos de posición. Por otro lado está la incontinencia de urgencia, definida como una urgencia repentina y urgente de orinar. A menudo, una persona no puede ir al baño a tiempo para orinar, lo que produce fugas. Una combinación de incontinencia de esfuerzo e incontinencia de emergencia se llama incontinencia mixta.
De los datos disponibles, podemos estar seguros de que el entrenamiento de la musculatura del suelo pélvico (PFMT, por sus siglas en inglés) puede curar o mejorar los síntomas de la IUE y todos los demás tipos de IU, reduciendo la cantidad de episodios de fugas, mejorando su vida sexual, la satisfacción con el tratamiento, y los demás síntomas informados en los cuestionarios específicos de UI, mejorando con ello la calidad de vida; además con una relación costo-eficacia prometedora. Es decir, este tipo de ejercicio debe formar parte de la primera línea de programas de manejo conservador para mujeres con IU, aunque aún queda mucho camino por recorrer para mejorar los protocolos de actuación.

Ahora bien, escribo esto a colación de un estudio de seguimiento que estoy esperando como agua de mayo, “Involuntary Reflexive versus Standard Voluntary Pelvic Floor Muscle Training: RCT protocol testing a new therapy concept for Stress Urinary Incontinence”, de la mano de Helena Luginbuehl, Corinne Lehmann, Jean-Pierre Baeyens, Annette Kuhn, Irene Koenig, y Lorenz Radlinger, perteneciente al proyecto de investigación “Stress Urinary Incontinence Physiotherapy (SUIP) – A Randomized Controlled Trial with 6-Months Follow-up”. Este ensayo fue registrado y aprobado en el 2014, comenzando la investigación clínica en marzo del año siguiente (2015). https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4647572/. Dicho trabajo se defendió hace bien poco, en el congreso mundial de fisioterapia (WCPT: World Confederation for Physical Therapy), en la sesión titulada “Women's & men’s pelvic health”, celebrado en Cape Town, South Africa, el año pasado (julio del 2017).

Más recientemente, en octubre de ese mismo año, se publicaba parte de esa investigación en la revista francesa “Kinésithérapie”, bajo el título “Entraînement réflexe volontaire et involontaire des muscles du plancher pelvien pour lutter contre l’incontinence urinaire liée à l’effort”, https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1779012317304692.
Se sabe que el entrenamiento muscular del suelo pélvico (PFMT) es eficaz y se recomienda como tratamiento de primera línea para mujeres con Incontinencia Urinaria de Esfuerzo (IUE). Sin embargo, en fisioterapia, el entrenamiento muscular habitual o estándar de dicho complejo se centraba en las contracciones voluntarias —los conocidos como “Ejercicios de Kegel”—, aunque las situaciones que provocan la IUE (por ejemplo, estornudos, tos, correr, etc.) requieren contracciones involuntarias y reflejas súbitas de la musculatura del periné.
Hasta bien hace poco, el objetivo de la investigación sobre la función muscular del suelo pélvico se ha centrado en la acción concéntrica e isométrica de la musculatura, consistente en elevar y comprimir, pero hasta la fecha no se había arrojado luz sobre el tipo de contracción excéntrico o excéntrico-concéntrico y la fuerza refleja o involuntaria relacionada. Sin embargo, dichos procedimientos de entrenamiento para las contracciones musculares reflejas involuntarias se implementan ampliamente en rehabilitación y deportes, pero todavía no en la rehabilitación de los músculos del suelo pélvico.
Por lo tanto, el objetivo de este grupo de investigación fue desarrollar un protocolo de entrenamiento que incluya fisioterapia estándar y, además, se centró en las contracciones musculares reflejas involuntarias del suelo pélvico, preparando un protocolo de estudio prospectivo controlado aleatorizado (ECA o RCT), triple ciego, que comparase este programa de ejercicio recientemente desarrollado (grupo experimental), con un programa estándar de fisioterapia (grupo de control), con respecto a su efecto sobre la IUE femenina; con un seguimiento de 6 meses que incluye 48 mujeres con incontinencia urinaria de esfuerzo por grupo.
La hipótesis de trabajo es que el grupo experimental enfocado en contracciones musculares reflejas involuntarias tendrá una mayor mejoría de la continencia medida por el ICIQ-UIsf (Cuestionario Internacional de Incontinencia Urinaria) y, con respecto a los resultados secundarios y terciarios, mayor Actividad Electromiográfica (EMG) de la Musculatura del Suelo Pélvico (PFM) durante actividades provocadoras de incontinencia (IUE o SUI, por sus siglas en inglés) como correr a diferentes velocidades, saltar en cuclillas, salto contra-movimiento (CMJ), salto en caída, etc.; mejores resultados de la prueba de almohadilla (pad-test), puntajes de mejor calidad de vida, y mayor fuerza muscular intravaginal (digitalmente probado) entre el comienzo y el final de la fase de intervención o procedimiento.

Aún resuena en mí todo lo visto en uno de los mejores cursos que hice sobre suelo pélvico y alteraciones asociadas, de la mano del doctor Antonio Meldaña Sánchez, presentado por Guillermo Peña García-Orea, y organizado por el IICEFS (Instituto Internacional de Ciencias del Ejercicio Físico y la Salud), donde hacía unas matizaciones muy inteligentes al respecto. “Quizás no todo el mundo deba hacer las actividades de impacto que se implantan en el estudio, pero SÍ muchas mujeres que necesitan un plus para maximizar los resultados en la mejora de la función del suelo pélvico”.

En los últimos tres años he tratado con casos de suelo pélvico, tengo datos que lo corroboran, pero no tantos como me gustaría; yo se lo achaco al desconocimiento que hay sobre el tema, a una mala información médico-sanitaria, y a la falta de rigurosidad en lo que se hace y dice por parte de bastantes profesionales sanitarios, pues también sabemos que las disfunciones del suelo pélvico representan un problema de salud de alto impacto en la calidad de vida de las mujeres.
El primer paso para comenzar un programa de recuperación del suelo pélvico será la Valoración Funcional del Suelo Pélvico. Una vez realizada, el programa debería incluir el control mediante Ecografía Funcional que proporcione imágenes en tiempo real. El ejercicio físico controlado y supervisado, el control de la alimentación y la fisioterapia son las armas más eficientes en la prevención y el tratamiento de las disfunciones del suelo pélvico, como demuestra la evidencia científica existente. Y la colaboración y coordinación entre profesionales de las ciencias de la actividad física y la salud son básicas para conseguir buenos resultados: médico/ginecólogo, matrona/enfermera, fisioterapeuta, preparador físico, nutricionista, psicólogo.
Indiscutiblemente, como así lo suscribe el propio Dr. Meldaña Sánchez, y volviéndome a reiterar en lo mismo, “el tratamiento supervisado necesita de la ecografía funcional (ver en directo qué esta ocurriendo) —ninguna mujer debe comenzar un tratamiento conservador de suelo pélvico sin haber realizado previamente una valoración funcional de fisioterapia que incluya control mediante ecografía funcional—. Y ninguna mujer deber realizar un tratamiento para mejorar su suelo pélvico sin supervisión que incluya control ecográfico (tanto en la prevención como en el tratamiento).
El tratamiento directo, activo, se puede combinar con la electroestimulación muscular. Está demostrado que la electroestimulaicón muscular no es un tratamiento suficiente para mejorar la fuerza y la resistencia del suelo pélvico, pero sí puede ser un complemento interesante a ejercicios activos de la propia paciente. Pero depende de cada mujer, pues hay en quien la respuesta es muy buena, y en quien la respuesta es muy mala o inexistente, por lo que, insistiendo una vez más en lo mismo, hay que hacer una valoración personalizada de cada caso para indicar o no un tratamiento de todo esto.
Empezar en la camilla —fase inicial— y terminar haciendo ciertos ejercidos de impacto —fase final y de continuación— siempre supervisados por el preparador físico o entrenador personal, es un trabajo laborioso, que lleva tiempo, pero que es posible y necesario”. Todo DEPENDE, de la paciente, de la paciencia y la perseverancia!

Como conclusión, pero no definitiva, decir que este estudio llena un vacío al introducir una nueva rutina de tratamiento para la incontinencia urinaria relacionada con el estrés que incluye el entrenamiento reflejo involuntario del músculo del piso pélvico, tal y como recoge la fisioterapeuta Ruth Sapsford en su magnífico trabajo, ya por el 2004, pero con una aplicación vigente que es digna de reconomiento. “Rehabilitation of Pelvic Floor Muscles Utilizing Trunk Stabilization”, https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/14723856). Y que, más adelante, si este nuevo protocolo de PFMT probara ser más efectivo que solamente el entrenamiento estándar, sería clínicamente y prácticamente relevante para implementarlo de inmediato en pro del beneficio para las pacientes con incontinencias. Además, el nuevo protocolo promete lograr una alta aceptación por parte de los pacientes, ya que ofrece una mayor idoneidad y practicabilidad para el uso diario, ya que cuenta con elementos de movimiento del cuerpo más dinámicos integrados que la fisioterapia SUI estándar. Por esto me resulta obligatorio conocer y saber implementar, cuando proceda, las distintas fases del proceso de recuperación, a saber:

  1. Control Motor Abdomen y Diafragma Torácico: manejo de la Respiración. 
  2. Control Relajación y Activación del Transverso Abdominal (TABD) y Elevador del Ano (EA): Reeducación con Ecografía (Propiocepción) 
  3. Tonicidad refleja del Suelo Pélvico (TABD-OI-SP). Respuesta refleja vista mediante ecografía, la cual permite evaluar EMG y movimientos de las vísceras de la pelvis menor ante aumentos de presión abdominal. Básicamente a través de las sinergias musculares que hay entre el abdomen y el suelo pélvico, mediante el entrenamiento del SNC. Por ejemplo, en bipedestación y jugar con el sistema de equilibrio (p. ej.: estructuras inestables: plato, bosu, etc.). Pero no ocurre en todas las pacientes. Importante contraer de manera simultánea el suelo pélvico y el abdomen. 
  4. Trabajo de Fuerza y Resistencia Abdomen-SP (grado de evidencia científica máximo). 
  5. Maniobras ESPIRATORIAS (espiraciones forzadas —resistencia flujo espiratorio— para conseguir respuestas reflejas del suelo pélvico). 
  6. Actividades de Impacto (saltar, correr, etc.). Reacciones del suelo pélvico antes de la realización del salto. Aquí, nuevamente, imprescindible control y seguimiento con ultrasonido. Determinar Quién? Cómo? Cuánto? De momento, y siempre, hay que tener precaución!
Entrenamos para la vida!