lunes, 3 de diciembre de 2018

Fibras Nerviosas No Nociceptivas acariciando Fibras Nerviosas Nociceptivas...

La semana pasada tuve un caso agudo de una persona con lumbago —no es un caso aislado, hay muchas más personas con dolencias similares—. He de decir que llevamos casi un año entrenando juntos y, anteriormente a entrenar conmigo en el gimnasio, llevaba bastante tiempo con dolor persistente, lumbalgias recurrentes, e infiltraciones de corticoides. Y desde que entrenamos jamás había tenido molestias.
En todo este tiempo estuvimos siguiendo los programas diseñados, dos días por semana, con muy buena aceptación y, sobre todo, con muy buenos resultados. Podría hablar largo y tendido y desmenuzar con detalle cada unidad de entrenamiento, cada bloque de trabajo, etc., pero no es el objetivo de este texto, aunque a quien le interese estaré encantado de explicarle y argumentarle el porqué del sistema de trabajo que uso. He escrito sistema, no método, pues métodos uso todos los habidos y por haber, y todo lo bueno que me pueda aportar cada uno.

Pero la semana pasada esta persona me escribe de que no va a poder asistir al entrenamiento que teníamos previsto porque le duele mucho la espalda y tiene miedo a que le de un latigazo y quedarse bloqueado como antaño. Y esto no ha ocurrido porque sí, o sí, quién sabe! En los últimos dos meses la carga de trabajo, estudio, viajes en coche casi todos los días por motivos laborales, una mala alimentación, etc., y toda la ansiedad que ello le producía, aún sabiendo gestionarla bien, le generó una tensión acumulativa que derivó en la fisura del eslabón más débil, en su caso la zona lumbar; ello sumado a la resta de un día menos de entrenamiento por incompatibilidad de horarios, incluso alguna semana en blanco, sin poder hacer ejercicio —sabemos que los beneficios del ejercicio se pierden cuando se deja de hacer—.

Es el cerebro el que actúa de oficio siempre! Liberando ciertas sustancias, generando dolor disfuncional. Decía Ronald Melzack que “no se necesita un cuerpo para sentir dolor”, pero tenemos un cuerpo, por suerte, un cuerpo que siente, pues es el propio cerebro, es nuestro propio ser, una unidad indivisible. Y por esto que hay que distraer al cerebro de la zona doliente: apaciguando e incluso inhibiendo el dolor —fibras nerviosas no nociceptivas acariciando fibras nociceptivas—, convirtiendo estímulos mecánicos en señales bioquímicas —mecanotransducción—, favoreciendo el trofismo mediante el movimiento, disminuyendo la incertidumbre mediante la asertividad y la escucha activa —y el poder de la palabra—.

Con los años uno aprende varias cosas; en este caso que me ocupa aprendí lo que es una realidad: que la gente necesita información —buena información—, necesita seguridad, alguien que le trasmita confianza. Y, ¿cómo se hace todo esto? Bien sencillo, aunque complejo al mismo tiempo: con Ejercicio y Educación; con ENTRENAMIENTO!

Cuando se habla de entrenar, lo importante es entrenar bien, y eso implica muchas cosas. En mi opinión, el mal entrenamiento no existe, se le llamará de otra forma, pero no entrenamiento. Por supuesto que los ejercicios “correctivos” son importantes, pero basar un programa de entrenamiento en ello, es motivar en el error. Además, mucho más importante es, no solo lo que se diga, la comunicación entrenador-entrenado, sino el cómo se diga. No se puede tratar a una persona como alguien frágil, pues seguirá siendo frágil. Hay que tratarla como lo que es, un ser humano, y, especialmente, como lo que puede llegar a ser, un ser humano en plenas condiciones psico-físicas, autónoma y capaz.

Un buen entrenador sabe cómo hacer que una persona —cualquier persona— sea cada vez más fuerte, mientras mantiene las lesiones a raya. Citando al profesor Craig Liebenson: “un entrenador debe intentar conseguir que su cliente consiga hacer lo más difícil que sea capaz de hacer de una forma correcta. La falta de ejercicio, o el ejercicio en un constante estado de confort, hará que el individuo siga siendo frágil y no consiga olvidarse del dolor”.

Es muy importante, es clave, la pedagogía del profesional ante personas con dolor crónico. Como profesionales del ejercicio físico y la salud, debemos trabajar la actitud, debemos cuidar nuestro vocabulario y nuestro lenguaje no verbal. Debemos entrenar la escucha activa, la empatía, y también la asertividad; observar patrones de movimiento defectuosos y trabajar en pro de la calidad de los movimientos. Debemos ayudar a que la persona reduzca sus miedos, la evidencia creíble de peligro, y que gane en confianza, aumentando la evidencia creíble de seguridad.

Se suele decir que somos lo que hacemos pero realmente somos lo que pensamos. Y si pensamos que nos va a doler, nos dolerá el doble. Y si pensamos que no nos va a doler, nos dolerá, seguramente, pero apaciguaremos a la bestia y cambiaremos las reglas del juego.

Entrenamos para la vida!

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