miércoles, 19 de diciembre de 2018

Entrenamos para la vida!

En el año 2007, Philippe Vandenbroeck, Jo Goossens y Marshall Clemens, dentro del proyecto "Foresight Tackling Obesities", desarrollaron una herramienta visual denominada "Obesity System Influence Diagram", http://www.shiftn.com/obesity/Full-Map.html, y adoptada por el gobierno británico como base para dar solución al problema de la obesidad, algo que suma a la posterior infografía de Nikhil Dhurandhar —presidente de la Obesity Society—, titulada “Potential contributors to Obesity”, y presentada en la ObesityWeek de Los Ángeles (EEUU), en el 2015, de la que pude hacer una reseña hace unos meses en mi página de facebook, https://www.facebook.com/ivanrf83/posts/10212688506503967.

La idea era proporcionar una visión sistémica de la multiplicidad de factores que contribuyen a la epidemia de obesidad, pues detrás de esta respuesta del organismo, se encuentra una compleja red de factores de influencia positiva y negativa que vinculan las variables en una red de relaciones causales. Estas van desde la psicología y la fisiología individuales, hasta la cultura y la economía de la producción de alimentos, el consumo de los mismos, las actitudes hacia la actividad física y la estructura del entorno construido en las ciudades, hogar familiar, etc. El objetivo es ayudar al gobierno —y a la comunidad— a desarrollar e implementar respuestas sostenibles a un problema que tiene, y tendrá, profundas consecuencias a largo plazo para la salud y el bienestar de millones de personas, y mayores costes para el presupuesto sanitario y la economía en general, realizándose una prospección activa y dinámica, y fijándose una fecha clave para el año 2050, para comprobar el alcance de todas las medidas adoptadas.
El proyecto ha reunido evidencia y experiencia de disciplinas académicas tan diversas como la epidemiología, la ciencia de los alimentos, la genética, la psicología y la sociología, y de profesionales y organizaciones interesadas dentro y fuera del gobierno.

En el trabajo de campo, en el día a día, durante un entrenamiento en el gimnasio, un cliente me ha estado hablando de un libro que está leyendo —lo que me ha ayudado a decidirme a terminar este texto—, y me ha recalcado algo que, a mi parecer, resulta capital y que tiene muchísima relación con la infografía que comparto acerca de la obesidad y todas las alteraciones y enfermedades relacionadas con ella, que no son pocas.

Él hablaba de la variedad de niveles que engloban la vida de una persona y, por ende, de la sociedad en la que vive, y de todas las personas que la forman; dificultando o facilitando el "cambio", o más bien mejoras, que pretendemos realizar en nuestras vidas cuando nos damos cuenta de que algo no va bien y que no queremos seguir así. A saber:
  1. Entorno
  2. Comportamiento
  3. Capacidad
  4. Valores y Creencias
  5. Identidad
  6. Nivel Espiritual
Supongo que no hará falta explicar cada uno de los conceptos enumerados, además de que este texto se haría demasiado largo. Llamadme loco, pero tampoco creo que haga falta explicar qué relación hay entre el diagrama compartido y lo que la persona me explicaba, pues resulta obvio la relación interdependiente, incluso formando parte de lo mismo, siéndolo aún sin serlo. Pero aunque no haga falta explicarlo, aquí dejo unos cuantos artículos leídos en los últimos meses que, por otro lado, todo el mundo debería conocer y, sobre todo, aplicar, adaptando cómo y cuándo corresponda. Y sabiendo algo: aunque se escriba en prosa o en poesía, lo único importante es atender a la fisiología:

  • Metabolically healthy versus metabolically unhealthy obesity. Carla Lacobini, et al. Metabolism. 2018. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0026049518302488 
  • Metabolically healthy obesity: epidemiology, mechanisms, and clinical implications. Norbert Stefan, et al. Lancet Diabetes Endocrinol. 2013. https://www.thelancet.com/journals/landia/article/PIIS2213-8587(13)70062-7/fulltext
  • Metabolically Healthy Obese and Incident Cardiovascular Disease Events Among 3.5 Million Men and Women. Rishi Caleyachetty, et al. J Am Coll Cardiol. 2017. http://www.onlinejacc.org/content/70/12/1429 
  • The Metabolic Phenotype in Obesity: Fat Mass, Body Fat Distribution, and Adipose Tissue Function. Gijs H Goossens. Obes Facts. 2017. https://www.karger.com/Article/FullText/471488
  • Evolving evidence about diet and health. Andrew Mente, Salim Yusuf. Lancet. 2018. https://www.thelancet.com/journals/lanpub/article/PIIS2468-2667(18)30160-9/fulltext
  • The Physical Activity Guidelines for Americans. Piercy KL, et al. JAMA. 2018 Nov 20;320(19):2020-2028. https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2712935 
  • Effects of exercise on obesity-induced mitochondrial dysfunction in skeletal muscle. Jun-Won Heo, et al. Korean J Physiol Pharmacol 2017;21(6):567-577. https://doi.org/10.4196/kjpp.2017.21.6.567
  • Exercise Promotes Healthy Aging of Skeletal Muscle. Cartee GD, et al. Cell Metab. 2016. https://www.cell.com/cell-metabolism/fulltext/S1550-4131(16)30225-X 
Con todo, y mucho más, quizás esté claro que la obesidad no se soluciona solo con actividad física y dieta —el diagrama presentado da buena fe de todas las variables interdependientes—, pero estos son dos de los factores en los que más podemos influir —cambiemos actividad física por ejercicio físico; cambiemos dieta por nutrición—. De manera individual, y de cara a nuestro entorno más cercano, podemos hacer infinitamente más por la salud propia y la de nuestros congéneres, de lo que harán jamás desde cualquier institución.

Por otro lado, entre mis apuntes tengo un documento de la OMS (WHO, por sus siglas en inglés), escrito en el 2013 por Philip James, ex-director técnico de la misma organización, http://www.who.int/bulletin/volumes/91/8/13-030813.pdf, donde, entre otras cosas, manifiesta lo siguiente: “La obesidad no es solo un problema de los adultos "autocomplacientes", sino también de las personas que vivían en países de ingresos bajos y medios, y que este era el mayor problema de salud pública no reconocido en el mundo con características epidémicas. Hoy en día existe una gran cantidad de evidencia que demuestra que el aumento de peso y la obesidad tienen consecuencias desastrosas en países donde la malnutrición ha sido común en los últimos 50 o 60 años. Con la globalización de la industria alimenticia, las compañías multinacionales se enfocan en las ganancias de sus próximas décadas, lo que ellos llaman el "Tercer Mundo" y estos países están siendo abrumados. En algunos de estos países, la basura que come la gente es atroz y la manipulación de la gente pobre es indescriptible. La producción agrícola de exceso de grasas y azúcares también ha sido subsidiada por los gobiernos durante medio siglo por una suma de billones de dólares. La política agrícola común en la Unión Europea y las políticas agrícolas de los Estados Unidos han distorsionado el precio relativo de las frutas y verduras, el azúcar y las grasas, de modo que si eres pobre no puedes permitirte muchos tipos de frutas y verduras. Y, a medida que aumenta la desigualdad, su impulso principal es obtener las calorías más baratas posibles. Necesitamos un enfoque de todos los gobiernos en el que participen muchos sectores. No hay ayuda ni esperanza a menos que los gobiernos acepten que tienen que intervenir y establecer nuevos criterios. La idea de persuadir a una población para que cambie su comportamiento frente a esta embestida de marketing industrial es contraria a todo lo que sabemos sobre el comportamiento cerebral. Las campañas de medios sociales y tradicionales financiados con fondos públicos son inútiles cuando se enfrentan con una de las industrias más grandes y poderosas del mundo. Las medidas fiscales tienen un efecto marcado, siempre que haga que el aumento de precios sea explícito y apreciable. Prohibir las grasas trans es uno de los métodos más rentables para librar a la cadena alimentaria de estos peligros producidos industrialmente; prohibir las ventas de alimentos y refrescos que pueden generar discapacidad y muerte prematura en todos los locales públicos, como hospitales y escuelas; potenciar la agricultura local que pueda proporcionar alimentos apropiados de alta calidad en un entorno en el que tenga opciones múltiples y saludables.
Se debería proteger a los más jóvenes. Los adolescentes son el principal objetivo de las compañías de tabaco, alcohol y comida rápida porque, como lo demuestran las últimas investigaciones, el cerebro humano solo puede tomar decisiones que controlan las respuestas emocionales primigenias a comienzos de los 20 años de edad”.

Y a qué viene todo esto? Viene a que tenemos una responsabilidad con nosotros mismos, y para nuestro entorno más inmediato (amigos, familia, hijos, etc.) —“Si no te gusta lo que cosechas, analiza y cambia lo que siembras”—. Sé que la realidad de cada persona va aún más allá, pero parafraseando al gran pensador y activista indio, Mahatma Gandhi, “Si pudiéramos cambiarnos a nosotros mismos, las tendencias en el mundo también podrían cambiar. Tal y como un hombre es capaz de transformar su propia naturaleza, también cambia la actitud del mundo hacia él. No necesitamos esperar a ver lo que hacen los demás”. La transformación personal y la social han de ir de la mano; nunca es suficiente con el cambio del individuo, todo lo contrario; sólo un grupo de personas trabajando juntas con disciplina y persistencia podrá ser capaz de combatir la injusticia, y mejorar su entorno. Sé el cambio que quieres ver en el mundo!

Aunque a mí nunca me gustaron demasiado los anglicismos, siempre y cuando haya los significantes correspondientes en el idioma pertinente, en los últimos años se puso muy de moda el “coaching”, y este, con mayúsculas, implica “ayudar a las personas a lograr con eficacia objetivos a distintos niveles, enfatizando el cambio generativo, concentrándose en reforzar la identidad y los valores, abarcando el cambio de comportamiento”, tal y como se recoge en el libro de Robert Dilts, “Coaching: herramientas para el cambio”. Donde se da buena cuenta de los niveles de aprendizaje y el potencial cambio en individuos y organizaciones. Para ello es muy importante que la persona se siente protagonista. Y ahí tenemos un papel muy responsable todos los profesionales implicados —de alguna u otra manera todos somos coaching—. Ya desde la infancia, y dentro de las posibilidades de cada familia, es crítico alejarse de entornos alimenticios tóxicos. La obesidad, así como otras alteraciones, se puede considerar como una enfermedad cultural, y cultura y educación es lo que hace falta para combatirla.

Aún a sabiendas de que no hay ejercicio que pueda paliar una mala alimentación, y que esta posiblemente genera más enfermedades que la inactividad física, y que seguramente la inactividad física no sea causal del estado de obesidad, es palpable que una buena nutrición multiplica, pero el ejercicio físico —en su dosis óptima— eleva a la potencia. Hay que poner el foco de atención en el entrenamiento físico, pues compruebo mes a mes, año tras año, que resulta imperativo centrarse más en lo que la persona gana, atendiendo a lo que no se ve —lo que nos pasa por dentro— y de lo que deberíamos conocer más profundamente —fisiología—, que en lo que pierde, aunque sea grasa.

Vale, Iván, pero qué propones desde tu ridículo radio geográfico de alcance que se reduce a la iniciativa de personas que van al gimnasio y que quieren hacer mejor las cosas? En qué podemos inferir de manera directa? Realmente somos responsables de nuestras decisiones? De verdad que tenemos tanta responsabilidad hacia los demás? Es tan grave que coma y beba tal o cual producto? Seguro que eso del entrenamiento me va a hacer tanto bien?
En primer lugar propongo que dejemos de hacer preguntas sin sentido que no conducen a nada mejor, y hagamos las preguntas pertinentes. Es de locos pretender seguir haciendo lo mismo de siempre, aún con otro envoltorio, y obtener resultados diferentes. Por otro lado, invirtamos mucho más esfuerzo en lo psicológico. Me parece clave hacer un trabajo encomiable de información veraz y entendible, todo lo contrario a este exordio que estoy soltando.

En segundo lugar, y en mi opinión, donde más hay que incidir, puesto que es nuestro campo de actuación directa y para lo que deberíamos ser competentes como preparadores físicos y entrenadores de fuerza y acondicionamiento físico, junto con la ponderación inteligente que consiga la adherencia de cada persona a las propuestas y recomendaciones presentadas, y sin perder el foco de lo fisiológico, se deberán diseñar programas donde realmente se desarrollen la fuerza, resistencia y elasticidad neuromuscular, así como su funcionalidad y coordinación, paralelamente al desarrollo del sistema cardio-respiratorio, es decir, mejorar la condición psicofísica motriz general. Indudablemente, el control del porcentaje de grasa corporal y la mejora y mantenimiento de la masa muscular actual, son objetivos que deberán ser abordados convenientemente, a razón de las pautas nutricionales pertinentes. En este apartado, aunque los beneficios de reducir el peso graso corporal en un espacio de tiempo lógico, son evidentes, nuestro objetivo no es el peso, sería un error centrarse exclusivamente en lo que dice la báscula, pues a veces con la pérdida de peso estamos perdiendo salud, paradójicamente. El peso solo es un dato más de referencia. La báscula no diferencia cambios en la composición corporal (grasa, agua, músculo, etc.), ni en qué condición física estás. Verdaderamente, todos los esfuerzos irán dirigidos a mejorar tu estado de nutrición mediante una correcta alimentación, ejercicio y el descanso adecuado, repercutiendo muy positivamente en tu salud, rendimiento y bienestar a largo plazo. Nuestra finalidad será el cambio hacia una alimentación más sana —y más respetuosa con nuestro organismo—; una actividad física diaria, con una frecuencia semanal coherente, y la eficiencia en el tiempo invertido al ejercicio físico, buscando la dosis mínima eficaz que produzca los estímulos fisiológicos necesarios e imprescindibles para mejorar, de verdad, nuestra condición física y nuestra salud.

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