miércoles, 4 de septiembre de 2019

Lesión de rodilla: no tengamos prisa por volver a jugar. Parte I

Para los casos de readaptación de lesiones de rodilla que superviso en el gimnasio, sirvan de ejemplo los siguientes artículos. El primero de ellos, publicado en la British Journal of Sports Medicine, de la mano de Hege Grindem (1) y colaboradores es un excelente documento que hace una suerte de compendio de las principales premisas que deberían guiar el criterio para la toma de decisiones de una óptima y eficiente recuperación, y que reduzcan el riesgo de recaída de la lesión después de la reconstrucción del ligamento cruzado anterior, aunque se pueden extrapolar a otras intervenciones de la rodilla y, si me apuras, a casi cualquier lesión.

En primer lugar, marcan una diferenciación en el tipo de deporte practicado y en el nivel del mismo. En este caso habla de deportes de nivel 1 (Level 1 Sports), refiriéndose a los que incluyan tareas o acciones rápidas y explosivas de salto y recepción, aceleraciones y desaceleraciones, pivotar, cambiar de apoyo y dirección, carrera con apoyos y desplazamientos laterales tipo amagos o quiebros, salidas abiertas y cerradas, etc., y practicados con una frecuencia e intensidad alta determinada. Dicha diferenciación se basa en la “Escala de Actividad Deportiva de Cincinnati” (CSAS, por sus siglas en inglés). Dicha escala (2) consta de 12 puntajes distribuidos en cuatro niveles. Los tres puntajes en cada nivel corresponden a tres intensidades de fuerza a las que están sometidas las extremidades inferiores, y el nivel indica la frecuencia de participación en ese tipo de actividad,

Este estudio prospectivo mostró que “regresar al deporte de competición después de la reconstrucción del LCA multiplica por cuatro las tasas de nuevas lesiones durante el periodo de los dos años siguientes. Posponer la reincorporación al deporte por un tiempo de nueve meses o más después de la cirugía, y una fuerza de cuádriceps más simétrica antes del regreso disminuye significativamente la tasa de lesiones”. Y si bien aún se debe investigar más —y mejor—, para consensuar un contenido óptimo de las baterías de test RTS, las investigaciones hechas hasta el momento muestran que se deben incluir las pruebas de resistencia del cuádriceps, puesto que la fuerza asimétrica del cuádriceps en el momento del regreso al deporte está asociada con la biomecánica asimétrica de la rodilla durante el salto, que a su vez puede predecir una segunda lesión del LCA. La debilidad del cuádriceps también es un factor de riesgo para la OA de rodilla, destacando aún más la importancia de rehabilitación exhaustiva y evaluación de la fuerza del cuádriceps. También se ha descubierto que los déficits de control postural y el control neuromuscular alterado de la cadera y la rodilla predisponen al atleta a una segunda lesión de LCA.

No obstante, una combinación de criterios funcionales estrictos de RTS (Returs To Sport), basados tanto en los plazos biológicos, como en el tiempo de recuperación posquirúrgico, y el estado funcional evaluado con baterías de pruebas o test, así como aspectos psicológicos de especial relevancia para permitir el regreso más seguro posible al deporte, tienen un gran potencial para mejorar la función a largo plazo, disminuir sustancialmente la prevalencia de la osteoartritis postraumática de rodilla en estos pacientes y reducir los costos de atención médica posteriores.

En otras palabras, en los primeros dos años después de la reconstrucción del ligamento, el 30% de las personas que volvieron al deporte de nivel I sufrieron una nueva lesión en comparación con el 8% de los que participaron en deportes de nivel inferior. Pero por cada mes que se retrasó el regreso al deporte, hasta 9 meses después de la reconstrucción del LCA, la tasa de lesiones en la rodilla se redujo en un 51%. Y aunque hay otros factores de igual o más importancia asociados con la nueva lesión de rodilla, la asimetría del cuádriceps aumenta el riesgo de recidiva de lesión del ligamento cruzado anterior y, por extensión, de cualquier otro componente de la rodilla. El mayor riesgo podría deberse a una curación biológica insuficiente, a una rehabilitación incompleta, o ambas. Nuestros resultados sugieren que el tiempo de retorno está asociado con una nueva lesión, y el efecto es mayor en los primeros meses después de la cirugía. Es de destacar que todos los pacientes que volvieron al deporte antes de los 5 meses sufrieron una nueva lesión en la rodilla.
Las consecuencias a corto y largo plazo de las lesiones de LCA incluyen debilidad muscular, déficits funcionales, menor participación deportiva, mayor riesgo de lesión y osteoartritis de rodilla (OA). Hasta el 30% de los pacientes jóvenes activos que se someten a reconstrucción sufren una segunda ruptura del LCA en los primeros años después de la cirugía, lo que conduce a una peor calidad de vida relacionada con la salud. Sin embargo, el resultado más devastador es el aumento de la tasa de artrosis de rodilla en las personas lesionadas con LCA que también sufren una lesión de menisco. Este estudio es el primero en evaluar el riesgo de todas las lesiones agudas de rodilla en aquellos que regresan a los deportes pivotantes de alto nivel. La lesión de menisco fue la lesión de rodilla más frecuente, un factor significativo para el desarrollo de OA. Si a esto le sumamos que dentro de los cinco años después de la lesión de ligamento, el 50% de los pacientes pueden someterse a una cirugía de menisco, aumentando su pronóstico de OA postraumática de rodilla de 0–13% a 21–48%.

Por lo tanto, la reducción del riesgo de lesiones secundarias es de suma importancia, y podemos reducir esta alta tasa de OA de rodilla mediante estrategias de prevención de lesiones validadas. Estos hallazgos respaldan el uso de criterios RTS, con una tasa disminuida estimada de lesión de rodilla en el 84% de pacientes que pasaron los criterios de RTS, una magnitud de alta relevancia clínica. Así mismo, tal y como se recoge en los consensos del Comité Internacional de Documentación de la Rodilla (IKDC) (3, 4), Hay que hacer una evaluación y seguimiento periódico y significativo sobre los resultados del tratamiento de las lesiones de rodilla, pudiendo —y debiendo— realizar una valoración inicial, antes de la operación, y otra justo después, más los seguimientos posteriores. Dicho seguimiento deberá registrarse por escrito en un formulario validado que consta de cuatro áreas dedicadas a la evaluación subjetiva, los síntomas presentados, rangos de movimiento y pruebas de cajón). Estas se complementan con cuatro áreas adicionales que solo se documentan pero no se incluyen en la evaluación (hallazgos compartimentales, patología del lugar de procedencia del injerto, hallazgos de rayos X y pruebas funcionales). Se ha especificado que en cualquier intervención el tiempo mínimo de seguimiento para resultados a corto plazo debe ser de 2 años, para resultados a mediano plazo de 5 años y para resultados a largo plazo de 10 años.

Del mismo modo, Smith y colaboradores (5), publicaron en la misma revista un fantástico trabajo que tenía por objetivos “examinar el retorno al deporte competitivo dentro de los 12 meses posteriores a la reconstrucción del ligamento cruzado anterior (LCA), el mantenimiento de la participación competitiva durante el seguimiento, la relación del nivel de actividad deportiva y la participación competitiva en base a un seguimiento de las evaluaciones funcionales subjetivas, y también abordar la incidencia de la participación competitiva continua a pesar de los notables problemas funcionales con la rodilla operada a los 12 meses de seguimiento. El cuestionario se construyó alrededor de la escala de actividad deportiva de Cincinnati (CSAS) y las escalas de función deportiva de Cincinnati (CSFS), definiendo el término "nivel competitivo" por la clasificación de las competiciones en las que participó el atleta, en lugar de las actuaciones en este nivel competitivo.

Por último, y refiriéndome a un reciente documento elaborado por Kate E. Webster y Julian A. Feller (6), todo apunta a que las altas tasas de recaída de la lesión de ligamento cruzado anterior —y también de una nueva lesión distinta, o de la misma pero en el miembro contralateral—, pueden deberse, en parte, a una vuelta temprana a la práctica del deporte. Por eso es muy importante que se establezcan una bases sólidas de evaluación, readaptación y seguimiento. Como han demostrado varios autores con sus respectivos trabajos, lo que más eficiencia está demostrando para reducir el riesgo de lesión, aunque dentro de su complejidad, se corresponde con medidas básicas, pero hay que implementarlas en su momento justo y hacerlas bien, por descontado.

Resumiendo, un atleta o deportista que se haya lesionado no debería tener prisa por volver a jugar hasta que mejore y optimice los desequilibrios entre miembros; corrija los déficits funcionales y se vuelva más eficiente a nivel neuromuscular; reduzca peso y grasa corporal, al tiempo que mejora índice músculo-graso; mejore capacidades condicionales y coordinativas, y aplique gestos específicos a máxima velocidad y con plenas garantías, como trabaje bajo niveles importantes de fatiga para comprobar y mejorar hacia las demandas fisiológicas y técnico-tácticas.
Si una persona lesionada viene con unas exigencias para volver a jugar, me veo en la obligación de darle una información rigurosa basada en los plazos biológicos —inalienables— de una recuperación, más los criterios funcionales y dinámicos que guiarán la vuelta a ese deportes, siempre en base a la lesión acaecida y a los condicionantes biopsicosociales inherentes a la persona. Pero el entrenamiento de fuerza y el acondicionamiento físico son la base para cumplir con garantías, y de manera eficiente, cualquier disciplina deportiva.
También resulta crítico, saber diferenciar lo que uno quiere, de lo que uno necesita, y de lo que realmente va a suceder, garantizando la búsqueda de las mejores opciones para sus pretensiones, pero siempre estando más cerca de lo que necesita —o de lo que el profesional considera que necesitaa, en base al criterio profesional— que de lo que la persona cree que necesita. Será un juego de negociación y consenso donde la parte psicológica y motivacional puede marcar la diferencia. Aunque la decisión final será del propio jugador, de los preparadores físicos y del entrenador.

Sin salud no puede haber rendimiento!
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Referencias:

(1) Hege Grindem, et al. Br J Sports Med. 2016 Jul; 50(13): 804–808. Simple decision rules reduce reinjury risk after anterior cruciate ligament reconstruction: The Delaware-Oslo ACL Cohort Study. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4912389/

(2) Barber-Westin SD, et al. Am J Sports Med. 1999;27:402–16. Rigorous statistical reliability, validity, and responsiveness testing of the Cincinnati Knee Rating System in 350 subjects with uninjured, injured, or anterior cruciate ligament-reconstructed knees. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/10424208

(3) Hefti F, Muller W, Jakob RP, Staubli HU. Evaluation of knee ligament injuries with the IKDC form. Knee Surg Sports Traumatol Arthrosc. 1993;1(3-4):226–234. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/8536037

(4) Daniel DM, Stone ML, Dobson BE, Fithian DC, Rossman DJ, Kaufman KR. Fate of the ACL-injured patient: a prospective outcome study. Am J Sports Med. 1994;22(5):632–644. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/7810787

(5) Smith FW, et al. Br J Sports Med. 2004. Subjective functional assessments and the return to competitive sport after anterior cruciate ligament reconstruction. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1724807/

(6) Kate E. Webster and Julian A. Feller. Orthop J Sports Med. 2018. Return to Level I Sports After Anterior Cruciate Ligament Reconstruction: Evaluation of Age, Sex, and Readiness to Return Criteria. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6088492/

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