domingo, 21 de enero de 2018

Simplemente, hacer camino...

Casos Entrenamiento Personal (readaptación esguinces de tobillo y algo más).

“La distancia entre el querer y el poder se acorta con la actitud, y el entrenamiento”.

Quiero hacer llegar mi trabajo, el de entrenador personal, a todo el mundo, para que se conozca qué hacemos realmente, y por qué funciona lo que hacemos en mayor medida de si la persona lo hiciese sola, o con la simple asistencia de un instructor de sala cualquiera. Y ojo, con esto no quiero decir que no haya muy buenos instructores o monitores en los gimnasios y centros deportivos, faltaría más, pero la dedicación y especialización que se puede lograr atendiendo a un número determinado de clientes con unas características concretas, solo se logran con el entrenamiento individualizado.

Aunque se diga que una imagen vale más que mil palabras, no me resisto a mi empeño de explicar de la manera más fehaciente posible cada caso de entrenamiento personal que va surgiendo o con el que llevo tiempo trabajando, puesto que cada persona es ella y sus circunstancias, y todo lo complejo que eso indica, verdad? No obstante, las palabras se quedan cortas para expresar cada caso particular, con lo que aquí otro ejemplo mostrado con pocas palabras y alguna imagen…

Esta memoria, versa sobre una persona de unos 50 años, empresario, con muchas horas de viaje en coche. Su dieta diaria la realiza, mayormente, fuera de casa; desayuno y cena en hotel, comida de mediodía en restaurante. Además, cuando tiene tiempo libre le gusta quedar con los amigos para ir de pinchos y tomarse unos vinos. Su bagaje de actividad física se reduce a largas caminatas de unas dos horas, más o menos, los fines de semana, y a algo de máquinas de cardio en los gimnasios de los hoteles, si los hubiera, estiramientos sin supervisión, y cuando puede.

Se puso en contacto conmigo, encontrándome por internet, y contrastando mi currículum por referencias de mi blog —a veces alguien lo lee—, así como en la posterior entrevista personal. Sinceramente escribo porque me relaja y me sirve para seguir mejorando, pero que alguien lea alguno de mis textos que resumen mi trabajo a nivel práctico y que ello pueda ayudar, aunque solo sea una persona, me hace sentir dichoso.

En un primer momento venía con unos problemas de esguinces recidivantes del tobillo de la pierna derecha. Cada vez que salía en sus caminatas por el monte, notaba cierta inestabilidad y solía esguinzarse con frecuencia. Pero lo que más nos empezó a preocupar era un dolor difuso de origen inespecífico en la zona de la cadera homolateral, hacia espina iliaca posterosuperior, que nos limitaba bastante para lo pretendido en el gimnasio. Le dolía al hacer sentadillas, al hacer zancadas, en la prensa inclinada, al subir escaleras, y en alguna tarea más.

Pero, sabéis qué hicimos? Sentadillas, zancadas, prensa, y similares. Sí, paradógicamente, verdad?, pues lo “lógico” sería reposo, piscina, pilates, cremas, etc.

La salvedad, es que fuimos adaptando rangos de movimiento, usando contracciones isométricas, realizando estiramientos de facilitación propioceptiva, de movilización neural, gestionando progresivamente las cargas para provocar adaptaciones pertinentes; ENTRENANDO!

Y en coordinación directa con el fisioterapeuta: hablando mucho entre nosotros, analizando las pruebas de imagen, los test realizados, dando feedback constante sobre ejercicios, rangos de movimiento, estiramientos analíticos, etc. Una o dos veces por semana estaba asistiendo a alguna sesión de fisioterapia y, de vez en cuando, también de masajes. Si bien presentaba una visible actitud cifótica con anteriorización de hombros y rotación interna, con limitación en la movilidad de este complejo articular. También reseñar la poca fuerza de MMII vista en la valoración inicial, y dolor sordo en las rodillas.

Siendo directos, lo primero que hicimos después de la valoración funcional y antropométrica, fue realizar ejercicios descalzo, sencillos, combinados con isométricos y movimientos auxotónicos del tobillo, seguidos de un trabajo de fuerza global, de cuerpo completo, con ejercicios de musculación. En la imagen 4, se puede observar que no nos complicamos demasiado en las primeras semanas. Muchas veces, y como opinión personal, la recuperación de las lesiones pasa, simplemente, por hacer cosas sencillas; por ayudar al organismo a que haga su trabajo mientras nosotros hacemos otras cosas, por ejemplo: ENTRENAR, mejorando nuestra fuerza, resistencia, movilidad…, en definitiva, mejorar nuestra condición física general de manera EFICIENTE, sin alardes. Ya habrá TIEMPO para complicarse, o no.

Para concretar aún más, llevamos entrenando juntos desde julio del 2017 (sí, ya sé que no se deben mezclar números y letras en un texto así, pero me resulta más claro y de comprensión más rápida hacerlo), desarrollándose una evolución marcada en tres fases bien diferenciadas:

   1. Primeros 7 meses: donde, junto con la inestabilidad del tobillo, se presentaban una serie de lumbalgias recurrentes, inconstantes en un período de dos meses. Y para las que tratamos de mantenernos lo más activo posible, y hacer los ejercicios que el dolor nos permitía. En esa franja de tiempo se resolvieron los lumbagos, así como la inestabilidad y fuerza en los tobillos y pies, con muy buenas sensaciones; hasta el día de hoy que no le ha vuelto a doler. 

   2. Desde los primeros 7 meses hasta los siguientes 6 meses: sobrevino una molestia en la zona del vasto lateral e inserción proximal de la cintilla iliotibial de la pierna izquierda (aunque le molestaba en las dos, pero en mayor grado en el miembro izquierdo). El dolor se desplazaba hacia la zona anterosuperior de la espina iliaca, pasando por la fosa iliaca izquierda, así como en el cuadrante inferior izquierdo, sobre todo cuando pasaba muchas horas conduciendo. También fue apareciendo un dolor difuso en el hombro, así que mi recomendación hacia el fisioterapeuta fue inmediata, haciéndome buen caso de ello y pidiendo cita para consulta a la semana siguiente. De esta manera, una vez la consulta, el fisioterapeuta enseguida me llamó aduciendo la siguiente diagnosis: 
  • Por un lado, habría que descartar una posible trocanteritis / bursitis. 
  • Por otro, “Test dural” positivo: posible estrechamiento (estenosis) del canal medular. 
  • Pierna derecha anatómicamente más corta: confirmada por mensuración de MMII (17 mm más corta que el miembro ipsilateral). 
Por supuesto, acordaron cita con el médico para EMG (Electromiografía), y diagnóstico diferencial por parte del neurólogo.

Así mismo, una serie de ejercicios de movilización neural, y elasticidad dural con movilización de la columna, trabajo específico de glúteo, movilidad de cadera, estabilizadores del hombro, propioceptivos, entre otros, que a la postre formarían parte de nuestra unidad de entrenamiento en el gimnasio. Pero aquí una cuestión: acaso cuando nos movemos, cuando realizamos un movimiento completo en rango articular, no estamos movilizando los nervios? Claro que sí, pero a veces hay que hacer un trabajo analítico, específico; las mejoras son espectaculares!

Después de unos meses de pruebas, y una vez los resultados, negativos todos ellos, es decir, positivos a nivel práctico, la sugerencia médica (neurólogos, traumatólogos, médico de cabecera, etc.), fue continuar la máxima actividad física que pudiese. Él les explicaba a los facultativos que estaba con un entrenador personal en el gimnasio, y todos y cada uno de los doctores le felicitaban por tan buena decisión, y que posiblemente el dolor se resolvería cuando menos se los esperase.

   3. Dicho y hecho, él en ningún momento paró, lo que dice mucho de la resiliencia personal. Teniendo en cuenta el ritmo laboral y que en los primeros meses solo pudimos cumplir un día por semana de entrenamiento juntos, y alguno que hizo por su cuenta, con las instrucciones dadas, en este último período pudimos aumentar a dos, incluso tres días por semana de entrenamiento, y desde octubre del año pasado (2018), hasta la actualidad (febrero, 2019), no hay ni rastro de ese dolor, quizás maladaptativo, e inespecífico, porque aún a día de hoy, con todas las pruebas realizadas, no sabemos qué sucedía realmente, aún con todas las elucubraciones posibles.

Algunos le llaman a todo esto “ejercicio terapéutico” —otros, exercise is medicine, dicen—, yo prefiero llamarlo por su nombre: MOVIMIENTO. Acaso para vivir no hay que moverse? Sí, es inherente a nuestra condición. Pero resulta tautológico adjetivar la vida como terapéutica, no? Acaso el propio movimiento no es inherentemente terapéutico? Es preventivo?

Sinceramente, a mí no me gusta que me digan cómo tengo que moverme. No me gusta que me digan cómo tengo que vivir, ni cómo tengo que morir!

No se puede tratar a una persona como alguien frágil, pues seguirá siendo frágil. No se puede tratar a una persona como ignorante, pues seguirá siendo ignorante; y todos lo somos, aunque no todos ignoramos las mismas cosas. No se puede tratar a una persona como enfermo, pues seguirá siendo enfermo y, precisamente, la enfermedad —lo patológico— no es lo normal, lo normal es vivir! Hay que tratar a las personas como lo que son —seres humanos— , y, especialmente, como lo que pueden llegar a ser, seres humanos en plenas condiciones psico-físicas, autónomas y capaces. Y, bien informado, uno debería ser autosuficiente, pero responsabilizándose de sus decisiones, sin echar balones fuera.

En lo que atañe a la composición corporal, tal y como muestro en la gráfica de seguimiento (imagen 1), bueno, los resultados no son todo lo que nos hubiese gustado como objetivos estéticos, pero son los que son, por el momento, teniendo en cuenta el ritmo laboral y que en estos primeros meses solo pudimos cumplir un día por semana de entrenamiento juntos, y alguno que hizo por su cuenta, con las instrucciones dadas, además de coincidir con las navidades —fechas de excesos por antonomasia—.
Pero como las cosas son desde donde y quien las mire, me gusta mantenerme en perspectiva y aseverar que nuestro objetivo principal está cumplido y seguimos en camino de mejorar:
  • No se ha vuelto a esguinzar. 
  • No le duelen las rodillas. 
  • No le duele la espalda. 
  • No le duele la cadera. 
  • Está ganando fuerza de manera general y específica en todos los segmentos corporales. 
  • Sigue mejorando su condición cardiorrespiratoria. 
  • Ha mejorado su consciencia corporal y, con ello, su higiene postural. 
  • Va mejorando sus hábitos alimenticios, haciendo pequeñas pero valiosas y saludables modificaciones en sus costumbres dietéticas. 
Como podéis intuir, ante el dolor crónico o persistente, el único milagro que obra es valorar la causa o causas, y desde ahí el ejercicio físico bien pautado, dosificando adecuadamente la magnitud de la carga, de forma progresiva, es decir, la intensidad, volumen o duración, frecuencia, densidad, tipo de ejercicios, etc., pues demuestra muy buenos resultados en el aumento del umbral de tolerancia al dolor, y en la disminución de la sensación del mismo. Eso unido a algún medicamento que haya demostrado eficacia; a una alimentación saludable; un buen descanso con sueño reparador; la buena gestión del estrés particular; algún suplemento que pueda ayudar, y, quizás, el milagro sea la perseverancia y constancia. No se puede asegurar nada, pero hay personas que mejoran en meses, otra en años, algunas..., bueno, pero es el único camino.

En este caso (n=1), y en bastantes más, vemos un claro ejemplo, y una oportunidad para intentarlo.

Entrenamos para la vida!
Seguimos trabajando…






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