martes, 20 de agosto de 2019

No basta con la fuerza de voluntad.

Las vacaciones se terminan, y la agenda se va completando de nuevos retos. A los casos ya trabajados en los últimos años, se suman nuevas personas con otras circunstancias.
En estos dos últimos meses, curiosamente, y salvo situaciones particulares, he atendido a personas con alteraciones similares, y nos estamos organizando para concretar los días y empezar cuanto antes con los entrenamientos. El gimnasio no es solo un lugar donde ponernos guapos por fuera, pero cada uno ve las cosas desde donde las mira. Y, quizás, habría que revisar qué es eso de ponerse guapos, porque las apariencias suelen engañar y la escala de colores, aún siendo amplia —y existiendo colores sin color—, nuestro espectro visible está limitado, aunque de eso hablaríamos en otro momento…

Estos casos comprenden:
  • Esteatosis hepática y hemangiomas. 
  • Diabetes tipo 2. 
  • Hipertensión. 
  • Hipotiroidismo. 
  • Diarrea crónica. 
  • Estreñimiento. 
  • Vesícula barrosa. 
  • Pólipos de vesícula asintomáticos y sin cálculos biliares, pero sugerida para colecistectomía (extirpación de la vesícula). 
  • Obesidad mórbida. 
  • Hinchazón abdominal. 
  • Síndrome de malabsorción. 
  • Calambres diarios y nocturnos recurrentes. 
  • Lumbalgias y cervicalgias de repetición.
  • Readaptación lesión LCA y Menisco (con cirugía). 
Realmente, los que nos dedicamos a esto de las ciencias de la actividad física y deporte —y de la dietética y nutrición—, quizás no vayamos a tratar ninguna de estas alteraciones, lógicamente; para eso está el personal sanitario competente. Pero no conozco ninguna alteración —ninguna— que no se vaya a beneficiar de un planteamiento dietético acorde, y del ejercicio físico bien dosificado; a veces, incluso, son la única medida posible. Por ello, lo que sí estoy haciendo es estudiar cada caso particular, empapándome de la literatura científica y de casos clínicos de intervención —cuando los hubiere—, junto con la fisiología que domina las áreas de la nutrición y el ejercicio físico. Y vaya si hay evidencia! De hecho, hay evidencia de lo que se venía haciendo y que no hay que hacer; de lo que se venía haciendo y hay que seguir haciendo; de lo que se hace y no funciona; de lo que se hace y funciona; de lo que hay que hacer y de lo que se podrá hacer mejor.

Por un lado, hay un algoritmo que se repite hasta la saciedad: se trata de la prescripción médica, correspondiéndose con “dieta hipocalórica y bajar de peso” (no me lo invento yo, está en los informes médicos). No voy a entrar en lo de la prescripción de medicamentos pues mi desconocimiento es mayúsculo y quedaría como un auténtico patán —aún más si cabe—. Pero, de verdad que esto es así? De verdad que estas personas tienen que ponerse a dieta hipocalórica —sabiendo que ya han hecho todas las dietas habidas y por haber—? De verdad que el objetivo “bajar de peso” es lo mejor que se puede escribir en un informe —sabiendo que las oscilaciones alostáticas en su peso corporal y el “efecto rebote” está a la orden del día—? Acaso no es sobradamente conocido que “con la restricción calórica el hambre aumenta y la tasa metabólica disminuye, y estas respuestas biológicas adaptativas antagonizan la pérdida de peso continua y socavan la adherencia dietética a largo plazo?” (David S. Ludwig, et al. JAMA. 2019. https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2748478). Y sin mencionar la liberación de toxinas al torrente sanguíneo cuando hay pérdidas abruptas de masa corporal, ergo el mayor trabajo de los órganos responsables del reciclado y excreción. Y el desafío de la modificación del comportamiento a largo plazo, y la relación con la comida? Acaso no importa?
No se trata de fotos del “antes y después”; se trata de alimentarse y moverse de acuerdo a nuestro organismo. Y, si de paso, podemos subir al siguiente nivel y conseguir mejorar nuestra estética, pues mejor, pero que sea una estética bien entendida que se corresponda a las características antropométricas inherentes a cada persona, no a copias falsificadas.

Me sorprende que se sigan dando esos mensajes en forma de prescripciones. Y me sorprende aún más cuando tengo amigos, clientes y alumnos/entrenados, que están estudiando medicina, y algunos ya son médicos. Ellos y ellas demuestran un nivel de conocimiento y actitud digno de admiración, y con los que aprendo cada día. Será que estos sí están vacunados de escepticemia: ese trastorno raro y generalmente de baja infectividad que propusieron en su día los médicos Petr Skrabanek y James McCormick…? Sí, es fácil de entender: “la alfabetización médico-científica y sanitaria se puede incluir como otro de los determinantes críticos y directos de la salud y también como modulador de los mismos, influyendo en las decisiones sobre la propia salud” (Pelikan JM, et al. Glob Health Promot. 2018. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/m/pubmed/30427258/).
Y no quisiera entrar a razonar sobre el oficialismo nutricional, o en las ideas y actos perversos del llamado “mundo del fitness”, porque no me llegarían las horas del día para escribir mi exordio.

Hay que aceptar responsabilidades —todos!—, ser autocríticos, humildes, erradicar las doctrinas y patriarcados instaurados como endiosamiento del médico como sumo pontífice, y así poder mejorar junto a otros profesionales tan bien prepararos para asumir las tareas que le corresponden, solo con un único objetivo: la salud y bienestar de las personas. Quisiera matizar, que los médicos no se atribuyen esa superioridad; más bien, ha sido la propia cultura y el proceso de educación-adoctrinamiento biomédico, político y farmacológico, los que han instaurado esa especia de pseudo-religión hegemónica (María Inés Jara-Navarro. Rev. Gerenc. Polít. Salud. 2016; 15(31): 323-325. http://www.scielo.org.co/pdf/rgps/v15n31/1657-7027-rgps-15-31-00299.pdf. Pero, quizás, y sobre todo, como las decisiones globales —y locales— se toman en parlamento —y en el parlamento—, y es a nivel político donde está la última palabra, es ahí por donde tengan que ir los tiros —a veces por la culata—.
Pero los médicos están para ayudar —como cualquier otro profesional—, y quizás sean los que están en la mejor posición para hacerlo, pero con las sutilezas inherentes y legítimas a cada profesión. Y para hacerlo como se merece, se debe actuar al amparo de la evidencia científica basada en pruebas (EBM), y no tanto de la medicina basada en evidencias (MBE), algo que no tiene el mismo significado, y que se suele traducir de manera errónea del inglés.

Quizás sea escupir muy alto y me esté extralimitando, pero no me invento nada de lo expuesto. Aunque quizás, simplemente, todo esto obedezca a lo que se conoce como “verdad operativa”, o a verdades “a medias” —mentiras completas, por cierto—. Donde parece dudarse de la capacidad de las personas para entender conceptos más complejos y extensos. Y queriendo, de buena fe, supongo, simplificarlo, pero complicándolo todo mucho más, paradójicamente.

Definitivamente, por qué seguir buscando inferencias bayesianas en modelos que han demostrado una percepción errónea y alejada de la realidad biológica? Por qué seguir insistiendo con los mismos errores? Quizás porque no sabemos interpretar la equivocación? Puede ser. De hecho, gran parte de la población no tiene la formación mínima necesaria en metodología científica como para tener un criterio contextualizado. Además, casi nadie lee ciencia, y sí basura ideológica. Pero ya va siendo hora de cambiar el chip!

Recientemente, he encontrado una serendipia inspiración en el libro sobre migrañas del médico “neuronólogo”, Arturo Goicoechea, de la que me tomo la libertad y respeto de adaptar al presente (tanto lo que está entre guiones como lo que está entre paréntesis, es un añadido, u alarido, de mi autoría): “La gente, sorprendentemente, prefiere oír lo que ya —cree— saber (las mentiras reconfortantes en contra de las verdades incómodas). Y es el individuo el que se opone a veces al cambio del chip. Prefiere seguir aceptando las doctrinas previas, pues le ofrecen soluciones. Mantenemos las creencias no por su carga de veracidad sino por lo que nos prometen y rechazamos lo evidente simplemente porque no parece ofrecernos lo que deseamos.”
Es normal, también, se ignora y desprecia el conocimiento, pero no se le atribuye a la ignorancia de su desconocimiento, claro…

Basta ya de culpar a la gente por la falta de voluntad. Somos seres sociales con un bagaje aprendido durante toda la vida, donde nuestra libertad de decisión estará coartada precisamente por la cultura aprendida; cada uno con sus creencias nucleares, cada uno con sus sesgos e interpretaciones de la realidad. Tendamos la mano para ayudar a ver otras realidades más respetuosas con nuestra biología, sin juicios ni moralismos de baja estofa. Al contrario, felicitemos y apoyemos a la gente que toma la decisión de cambiar —de mejorar—, de hacer algo bueno con su organismo, de respetarlo —de respetarse—. Ellos y ellas ya han dado el primer paso de venir al gimnasio, de asesorarse con un Entrenador Personal, con un Nutricionista, con Psicólogo…, no pongamos más barreras sociales! Y la familia? Por favor, apoyen a sus seres queridos; están haciendo un gran esfuerzo que solo se verá recompensado cuando pasen unos meses o años. Es un proceso de mejora; son muchas batallas. Y casi todos llegan rebotados, ya como última opción, cuando debería ser la primera. La mal entendida prevención…
Solo por medio de su esfuerzo activo y convicción podrán salir del agujero! Porque la decisión, primera y última, es personal. Pero ayuda mucho si hay un entorno favorable...

No, no basta con la fuerza de voluntad. Se trata de conocimiento, confianza, apoyo, disciplina, objetivos, visualización, aprendizaje, convicciones, prioridades, decisiones…

Queréis más evidencia de lo evidente?

- Objetivos:
  • Mejorar condición física global y función neuromuscular. 
  • Mejorar composición corporal y estado nutricional. 
  • Disfrutar del proceso de vivir (AVD-AVL).
- Hechos:
  • Aumentar actividad física diaria, e implementar programas multicomponente de entrenamiento neuromuscular y cardiorrespiratorio. 
  • Ajustar la ingesta de nutrientes —derivados de alimentos reales y evitando los ultraprocesados— según las necesidades individuales con respecto a la actividad física diaria y la apetencia. 
  • Buscar una densidad nutricional alta —comer más cantidad por menos calorías—, o de otra forma será imposible mantenerlo por mucho tiempo. 
Entrenamos para la vida!

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