sábado, 29 de junio de 2019

Una buena alimentación multiplica, pero el ejercicio físico —en su dosis óptima— eleva a la potencia

Es importante no confundir grasa ectópica con grasa subcutánea; es importante saber distinguir entre grasa y tejido adiposo; pero, quizás, esto no tiene porque saberlo la gente de a pie. Lo más importante es saber que poco tiene que ver comer grasas con almacenar grasa y con el tejido adiposo y, mucho menos con engordar.
También es importante dirimir ciertas cuestiones que siguen suspendidas en una suerte de burbuja de confusión: qué se entiende por dieta baja en grasas?, qué se entiende por dieta baja en proteínas?, qué se entiende por dieta baja en carbohidratos?

El alto contenido de grasa hepática se asocia con síndrome metabólico, diabetes mellitus tipo 2 y enfermedad coronaria. Por otro lado, el cociente entre la grasa abdominal visceral y la subcutánea evaluado por tomografía computarizada es un predictor independiente de mortalidad y eventos cardiacos (1, 2). Pero parece ser que la reducción en la grasa hepática es un mejor predictor de la salud a largo plazo que la reducción de la grasa visceral, que se creía que era el principal predictor. Para ello, la dieta juega un papel importante en la acumulación de grasa hepática (HFC, por sus siglas en inglés) y el tejido adiposo visceral (IVA, en inglés). Es bien sabido que este libera ácidos grasos libres y adipocinas en el hígado a través de la vena porta, siendo un tejido muy activo y no solo un reservorio de grasa y de almacenamiento de energía (3).

Varios tipos de intervenciones dietéticas tanto a corto como a largo plazo han demostrado tener efectos favorables sobre el tejido adiposo visceral y la acumulación de grasa hepática, pero también sobre la glucemia y el estado de los biomarcadores lipídicos. Y algo curioso, a veces sin tener repercusión en el peso corporal total medido en báscula, o sí, pero incluso a pesar del aumento de peso. Esto es fácilmente explicable a razón de que la fase de pérdida de peso se produce principalmente durante los primeros 6 meses, seguida de una fase de recuperación de peso posterior, aunque esto no tiene porque pasar; no es una fórmula matemática, no es tan sencillo, cuando hablamos de humanos casi nada lo es…
Sin embargo, en muchos casos se vuelve a recuperar el peso perdido, pero esto no tiene porque ir en correlación a volver a recuperar la mala función fisiológica previa; y de recuperarlo que sea de masa muscular. Así que, olvídense de la báscula y de dietas hipocalóricas, y céntrense en su masa muscular y forma física general. Es urgente, el discurso ha de cambiar! https://www.facebook.com/1125261920/posts/10213574182205306?s=1125261920&sfns=mo

Como segunda curiosidad, y esto también llamará la atención a más de uno — en mí lo hizo—, tampoco hay una clara asociación entre los marcadores hepáticos tipo ALT-GPT (alanina aminotransferasa, también llamada transaminasa glutámico pirúvica), AST-GOT (aspartato aminotransferasa, también como transaminasa glutámico oxalacética), y la GGT (gamma glutamil transpeptidasa), entre otros. Por ejemplo, la primera de ellas, la ALT, a falta de ecografía o resonancia magnética, y de pruebas más invasivas como la biopsia, es el biomarcador más utilizado para evaluar el contenido de grasa hepática y la posible lesión. Sin embargo, varios estudios han demostrado que esta enzima no necesariamente se correlaciona fuertemente con hígado graso o con la gravedad del daño hepático. Del mismo modo, la GGT está frecuentemente elevada en pacientes con hígado graso, posiblemente porque el aumento de grasa en el hígado puede inducir daño hepatocelular que conduce a un aumento de la síntesis de esta enzima; sin embargo, la GGT se ha incluido solo como parte de un grupo de biomarcadores utilizados para predecir el aumento de grasa hepática y no como un biomarcador independiente.

Y si el planteamiento dietético es importante, el ejercicio físico lo eleva a la potencia. De hecho, los efectos beneficiosos del ejercicio sobre los lípidos intrahepáticos se observan incluso en ausencia de una pérdida de peso significativa. Aunque la combinación de un programa de ejercicios con intervenciones dietéticas aumenta la reducción de triglicéridos intrahepáticos, además de mejorar las medidas de control de la glucosa y/o la sensibilidad a la insulina, el ejercicio, por sí solo, también puede disminuir significativamente el contenido de lípidos hepáticos (4, 5). Solo con hacerse más activo durante el día ya se ven beneficios, pero no es suficiente con salir a caminar, nadar, bailar, y similares. Si de lo que hablamos es de ejercicio físico, esto es, un tipo de actividad física bien dosificada, con una selección de ejercicios acordes a la persona que tenemos delante, en una intensidad, volumen, densidad, frecuencia, y cumpliendo con los principios fisiológicos del entrenamiento, ya la cosa es con guitarra. El trabajo concurrente, donde se combinen ejercicios de fuerza y cardiovasculares demuestra reducir significativamente los niveles de triglicéridos y grasa visceral. Por ejemplo, un programa que trabaje los principales grupos musculares, con una frecuencia de 3 días por semana, en día alternos, y una duración entre 45 y 60 minutos, atendiendo a una intensidad y volumen óptimos, junto con lo correspondiente al trabajo aeróbico, tiene beneficios demostrables y demostrados. Tampoco voy a profundizar en ello en el presente escrito, puesto que, indudablemente, el hacerlo en un gimnasio y bajo la supervisión de un profesional del ejercicio que esté debidamente acreditado —Entrenador Personal—, quien marcará la dosis óptima individual de ejercicio, registrará el progreso haciendo el seguimiento pertinente, y resolverá cualquier duda o problema que pudiera surgir, mejorará la seguridad, la eficacia y, especialmente, la adherencia al entrenamiento y a un estilo de vida más respetuoso con el propio organismo.


En un excelente artículo de Domenico Sergi, y colaboradores (6), se argumenta que “independientemente de si la disfunción mitocondrial representa un defecto primario en la patogénesis de la resistencia a la insulina, aumentar la función mitocondrial representa un enfoque prometedor para mejorar la sensibilidad a la insulina. De hecho, los atletas en vista de su mayor capacidad oxidativa mitocondrial en relación con los individuos sedentarios parecen estar protegidos, aunque en parte, de la resistencia a la insulina inducida por lípidos, lo que confirma que las intervenciones dirigidas a aumentar la función mitocondrial (es decir, el ejercicio físico) representan una valiosa herramienta terapéutica para mejorar sensibilidad a la insulina del músculo esquelético. Además, el ejercicio no es la única intervención en el estilo de vida capaz de modular positivamente la función mitocondrial. En este sentido, ciertas estrategias dietéticas como la combinación de nutrientes y derivados bioactivos alimenticios y la restricción calórica, se están convirtiendo en herramientas nutricionales prometedoras para estimular la función mitocondrial y prevenir y/o mejorar las disfunciones metabólicas asociadas con la disfunción mitocondrial.” 
En definitiva, se considera que el ejercicio físico es una de las intervenciones no farmacológicas más eficaces en el tratamiento de la enfermedad del hígado graso. Y aunque los efectos protectores del ejercicio sobre la enfermedad metabólica se demostraron hace muchas décadas, todavía seguimos dormidos.

Con respecto a la dieta, unas estrategias parecen funcionar mejor que otras. Por ejemplo, los planteamientos restringidos en carbohidratos son una intervención ampliamente recomendada para la enfermedad del hígado graso. Además, ciertas dietas bajas en carbohidratos parecen tener un mayor efecto en la disminución del contenido de grasa hepática, grasa epicárdica y grasa pencreática, en comparación con las dietas bajas en grasas, aún siendo isocalóricas, y aún con pérdidas de peso similares, confiriendo efectos beneficiosos para la salud que están más allá de los efectos favorables de la pérdida de grasa visceral (7, 8). Pero esto quizás no es para todo el mundo. Si practicas algún tipo de deporte con unas altas exigencias físicas, y no tienes ninguna alteración que lo recomiende, deberás gestionar los nutrientes de otra forma. Si sabes hacerlo, hazlo! Sino, un dietista/nutricionista con competencias deportivas, sabrá cómo ayudarte.

Entrenamos para la vida!

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Referencias:

(1) Ricardo Ladeiras-Lopes, et al. Rev Esp Cardiol. 2016. The Ratio Between Visceral and Subcutaneous Abdominal Fat Assessed by Computed Tomography Is an Independent Predictor of Mortality and Cardiac Events. https://www.revespcardiol.org/es-el-cociente-entre-grasa-abdominal-articulo-resumen-S030089321630416X

(2) Levent Cerit. Rev Esp Cardiol. 2017. Out of Sight, out of Mind; Subcutaneous, Visceral, and Epicardial Adipose Tissue. https://www.revespcardiol.org/es-ojos-que-no-ven-corazon-articulo-S0300893216306807

(3) Felicia Gerst, et al. Mol Metab. 2019. What role do fat cells play in pancreatic tissue? https://www.ncbi.nlm.nih.gov/m/pubmed/31113756/

(4) Pegah Golabi, et al. World J Gastroenterol. 2016 Jul 21; 22(27): 6318–6327. Effectiveness of exercise in hepatic fat mobilization in non-alcoholic fatty liver disease: Systematic review. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4945989/.

(5) Rafael Zapata-Lamana, et al. Rev. méd. Chile. 2015. Resistance exercise improves serum lipids in adult women. https://scielo.conicyt.cl/pdf/rmc/v143n3/art02.pdf


(6) Domenico Sergi, et al. Front. Physiol. 2019. Mitochondrial (Dys)function and Insulin Resistance: From Pathophysiological Molecular Mechanisms to the Impact of Diet. https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fphys.2019.00532/full

(7) Adil Mardinoglu A, et al. Cell Metab. 2018. An Integrated Understanding of the Rapid Metabolic Benefits of a Carbohydrate-Restricted Diet on Hepatic Steatosis in Humans. https://www.cell.com/cell-metabolism/fulltext/S1550-4131(18)30054-8

(8) Yftach Gepner, et al. J Hepatol. 2019 May 8. pii: S0168-8278(19)30274-0. The beneficial effects of Mediterranean diet over low-fat diet may be mediated by decreasing hepatic fat content. https://www.journal-of-hepatology.eu/action/showFullTextImages?pii=S0168-8278%2819%2930274-0


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