viernes, 22 de diciembre de 2017

"Un gigante muy despierto"

   Llevo unos 12 años trabajando en el gimnasio, y hace poco más de tres que me dedico casi en exclusiva al entrenamiento personal, mayoritariamente a la readaptación de lesiones, y especialmente con personas aquejadas de dolor de espalda, que además suelen presentar hernias, protusiones, espondilolistesis, y otras, aunque no tengan porque estar relacionados. He revisado cientos de estudios sobre esta y otras temáticas. Me apoyo constantemente en otros compañeros, profesores, fisioterapeutas, médicos, investigadores y demás. Lo que he visto en cada caso, con un trabajo más cercano como el que se puede llevar a cabo con el entrenamiento personal, otorgándome la experiencia, significativa, adquirida todos estos años —que espero y deseo que sean mínimo otros tantos—, va redundando en varias conclusiones que quisiera compartir con cuantas más personas mejor:

1. Después de la entrevista inicial y revisión de la historia clínica, resulta obligatorio hacer una Valoración Funcional de inicio —y continuada en el tiempo—, cómo sino podremos ni tan siquiera intuir qué sucede?

2. Habrá que analizar detenidamente cada caso particular, pero no cabe duda de que se puede y se debe coger peso —muy al contrario de lo que se suele oír por algunos lares—. Se puede y se debe vivir. Pero para ello es necesario salir de tu zona de confort, de lo que te han contado. Revisar tus creencias, los mitos, lo que se ha hecho toda la vida, lo que se da por sabido. Hay soluciones reales que jamás habrías pensado que funcionarían. Son tan obvias que se obvian por su obviedad.

3. Identifica posibles desequilibrios, puntos débiles, integra estiramientos estáticos y dinámicos. Ejecuta ejercicios en todos los planos y ejes del movimiento corporal, en rangos seguros, sin dolor, adaptados a la persona que tenemos delante. ¿Qué puedes hacer sin dolor? Pues desde ahí vamos a trabajar… Te duele? Bueno, pero lo toleras? Pues desde ahí seguimos trabajando… “Lo más difícil que se pueda hacer con facilidad”.

4. No trates la lesión. No trates a la persona. Trata con ella. Escúchala! Incluye el aspecto biopsicosocial en el programa, en la comunicación. Pregúntale por su entorno. Observa!

5. Mide muy bien lo qué dices y cómo lo dices. No refuerces las creencias negativas. No alimentes el miedo. Usa un lenguaje positivo, sin condescendencias. Educa en el “No Dolor”. Insiste en explicar de manera sencilla qué sucede? —Explain the Pain, Revolution—. Ayuda a que la persona lo vaya interiorizando. Lo qué se dice es importante, pero lo qué piensa la persona lo es mucho más —eres lo que piensas—. Eres lo que crees, piénsalo!

6. “Trata a una persona tal y como es —o por lo que es en un momento determinado— y seguirá siendo lo que es, trátala como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser”.

7. Cada persona, es mucho más que un conjunto de células, que una apariencia, que un patrimonio. Cada uno de nosotros, en su fuero interno, seguro está librando una batalla que resulta imperativo y necesario respetar. Cada ser es un alma, un conjunto de emociones; todos tenemos un pasado, unos valores y una educación únicos e intransferibles. Nos servimos de una conexión mente y cuerpo ávido de nutrirse de nuevas experiencias que bañen nuestra historia pero, que sin duda, las decisiones tomadas, estarán influenciadas por nuestras experiencias pasadas. Tratemos a cada persona con la humildad, respeto y seriedad que se merecen.

8. Medir, medir, medir… Escuchar, escuchar, escuchar… Estudiar, estudiar, estudiar… Aplicar, aplicar, aplicar… Pensar, pensar, pensar…

9. Que hay que ser insistente, a veces pesado, e informar adecuadamente, divulgando en el medio que sea, alcanzar a cuanta más gente mejor. Hacerles ver a qué me dedico, qué hago, cómo lo hago, qué resultados pueden conseguir? Y también que uno no puede alcanzar a todo y que hay compañeros mucho más preparados en otras cuestiones. Aunque si no sé la respuesta de algo que pueda ser de mi interés, la buscaré encarecidamente.

 - Puedo presumir de algo, bueno, yo no, la gente a la que ayudo a entrenar: de 20 personas que han iniciado un programa de entrenamiento conmigo, en el tiempo que hemos estado entrenando —algunos 6 meses, otros 3, como mínimo, otros 12, y unos pocos, más de 18 meses—, solo 1 de cada 20 personas han tenido una recaída en sus problemas de espalda, el cual hemos solventado en las dos o tres semanas siguientes. Una de cada 20! Eso es el 5% si las matemáticas no me fallan. Y aunque me fallasen los números, pues nunca fui muy ducho en estadística, al tener todo anotado, todos los diarios de seguimiento, las anotaciones en los programas, el control de las cargas, las sensaciones, lo objetivo y lo subjetivo…, no hay margen para la equivocación.

 - Que las personas de más de 6 meses, más o menos, han comenzado a realizar las sesiones de manera autónoma, sin mi supervisión diaria, pactando sesiones o semanas de control, lo que ha redundado en un ratio coste/beneficio más eficiente, con todo lo que ello supone no solo a nivel personal, sino a nivel familiar, sanitario, social, etc.

 - En la mayoría de los casos, digamos el 95%, no hemos acudido a las tracciones osteopáticas, ni a colgarse boca abajo, ni al Pilates, ni a métodos hipopresivos con o sin apneas, ni natación, ni masaje, ni perdido el tiempo con un montón de ejercicios de moda, remedios, y otras hierbas. No quiero decir que estas terapias o herramientas no tengan su cabida y que se puedan usar en un momento determinado, pero esto es lo que es, y la verdad no se inventa, solo se inventa la mentira…

 - Sí hemos entrenado, respirado, estirado, progresando en la dificultad de los movimientos, en el volumen, en la intensidad. Perfilando la calidad en la ejecución de movimientos básicos, desde tareas cinestésicas con poca carga, de control motor, posturales, hasta integrarlos en tareas más complejas, o no. A lo mejor con quedarse con lo básico fue suficiente.

   Puede que aún no haya protocolos irrefutables para combatir el dolor de espalda en sus distintas versiones, puede que nunca los haya. Puede que aún no podamos asegurar que una intervención es mejor que otra —aunque yo, en mi pequeña parcela, tengo muy claro que sí hay unas mejores que otras, y que muchas habría que desechar de facto—. Hay literatura muy buena en este campo, derivada de investigadores de la rama de la Neurología, de Fisioterapeutas, de Licenciados en Ciencias de la Actividad Física, de médicos, etc., que así lo corroboran —véase el excelso trabajo de documentación por parte de la Fundación Kovacs, aquí en España—.

Hace unos días pude leer unas palabras de un insigne neurocientífico en el que decía que “la fisioterapia es el gigante dormido en el tratamiento del dolor”. Bien, podemos estar de acuerdo o no pero, y si a hombros de ese gigante se encaramase otro coloso ancestral que está saliendo del ostracismo embriagado al que fue relegado no se sabe muy bien por qué?

Hoy en día, en mi opinión, la profesión con más potencial, con más proyección de futuro —y presente—, con más armas y herramientas para disponer, y con más competencias de actuación —aunque algunas aún no estén reconocidas por las instituciones competentes—, es la ligada a las Ciencias del Ejercicio Físico y la Salud, a la preparación física, a la readaptación. Siempre apoyada en las demás profesiones sanitarias, por supuesto.

Y si hubiese un gigante muy despierto denominado Entrenamiento Neuromuscular?

Y si pudiéramos entre todos construir una colla castellera y unir fuerzas en beneficio de la población?

Para reflexionar…

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